Cuando Mariana regresó con Felipe, Walter ya la estaba esperando en el pasillo.Ezequiel se veía muy débil, y la enfermera no recomendó que hablara demasiado con él para que pudiera descansar. Así que Mariana dejó las cosas en la habitación y salió.Walter estaba agachado, jugando con el niño. No sabían de qué hablaban, pero Felipe reía a carcajadas, disfrutando muchísimo. Su carita era tan blanca, y cuando sonreía, mostraba un pequeño diente de leche que lo hacía aún más adorable.Mariana le acarició el cabello y se agachó junto a él.El pequeño preguntó: —Tío guapo, ¿ya te perdonó la hermana?Mariana se sorprendió; el niño realmente tenía buena memoria. ¡Recordaba lo que habían dicho el día anterior!—No, ¿qué hago? —Walter respondió con un tono que mostraba un poco de desesperación.Felipe sonrió travieso mientras chupaba su paleta. Luego metió la mano en su bolsillo y sacó un anillo.Walter y Mariana se quedaron asombrados. ¿De dónde había sacado ese anillo?—Entonces, dáselo a la
Arrodillarse en una pierna es lo mismo que proponer matrimonio.Sin embargo, Walter nunca se había arrodillado así ante Mariana. En cambio, sí lo había hecho en público para pedirle perdón...—Está bien —Mariana lo interrumpió.Al escucharla detenerlo, Walter sintió una punzada de tristeza. Sabía que Mariana aún no estaba dispuesta a aceptarlo de corazón.Quería respetar los sentimientos de Mariana, pero vio que Felipe le agarraba el brazo, impidiendo que se levantara.—No, ¡el tío guapo aún no te ha puesto el anillo! —El pequeño protestó con cariño.—No soy su esposa, no puedo llevar un anillo. —Mariana le explicó.—¡Pero el tío guapo te quiere! Está tratando de conquistarte. ¿Por qué no le das una oportunidad? ¿De verdad nunca podrás perdonarlo?Mariana admitió que era una buena pregunta.—Pequeño, tienes una mentalidad muy madura. ¡Eso no está bien! —Mariana le dio un suave golpecito en la cabeza.Él se abrazó a su brazo y le dijo a Walter: —¡Vamos, tío guapo! ¡La hermana ya está li
Walter valoraba mucho esa oportunidad, así que fue extremadamente cuidadoso al ponerle el anillo a Mariana.Aunque era un anillo barato, regalado por un niño, en ese instante, al colocarlo en el dedo de Mariana, se sintió increíblemente valioso. Eso lo convenció aún más de que debía recuperar a Mariana. Quería compensarle con lo mejor del mundo.—¡Wow, ya está! —exclamó Felipe, saltando y aplaudiendo con entusiasmo. Aunque era pequeño, comprendía mucho.Mariana lo miraba sonriendo. Sin embargo, en los ojos de Walter no había espacio para nadie más; solo podía ver a Mariana.Felipe tomó la mano de Mariana y luego la de Walter, juntando las manos de ambos.—Hermana, tío guapo, ¿ahora sí pueden reconciliarse, verdad? —preguntó, inclinando la cabeza.Mariana suspiró, pensando en qué mundo tan simple tenían los niños. Quizás un pequeño ritual, una sola palabra, podría borrar todo lo anterior.Walter miró las manos entrelazadas y, al instante, apretó con fuerza los dedos de Mariana.—Sí, se
—Eso fue cuando eras niño, ¿verdad? —Walter dijo con una sonrisa.Mariana lo miró de inmediato, preguntándose qué significaba eso. ¿Acaso él no era un niño que disfrutaba de la comida y el juego?—Yo era más inteligente que él cuando era pequeño —Walter levantó una ceja, con una expresión orgullosa.Mariana movió los labios y soltó un leve resoplido. En sus hermosos ojos brilló una chispa de descontento, y su rostro adquirió un matiz de travesura.—¿Quieres decir que yo soy la tonta?Walter sonrió. Era tan adorable Mariana, especialmente cuando se ponía así de juguetona; su corazón latía más rápido.—No eres tú, soy yo —suspiró.—¿Estás burlándote de mí? Hablas con tanto desdén —Mariana respondió.—¿Cómo podría?—Sí, lo haces. Si eres inteligente, ¡pues qué bien! No me importa. Al fin y al cabo, yo fui muy feliz de niña.—Yo también fui bastante bien —dijo él.Mariana hizo pucheros, sin ganas de seguir conversando con ese hombre.Sin embargo, no pudo evitar soltar: —Felipe es tan adora
Mariana salió del ascensor sin prestarle atención a Walter. Él, aún sin entender lo que pasaba, lo siguió con una expresión de desconcierto.No podía adivinar lo que pensaba una mujer, así que decidió preguntar directamente.—¿Qué pasa?—Nada, ya sabes —Mariana se encogió de hombros.Mira, ni siquiera podía preguntar, y menos adivinar. Nunca podría acertar.—¿Estás enojada? —preguntó.Mariana sacudió la cabeza, claramente no lo estaba.Walter entrecerró los ojos y, tras unos segundos de silencio, dijo: —¿Es porque no te dije antes que había un ascensor privado?Mariana lo miró.Walter supo que había dado en el clavo. Era precisamente por eso.—Me equivoqué —admitió rápidamente.—¿En qué te equivocaste? —dijo Mariana, frunciendo el ceño.—No debería haberte dicho antes que había un ascensor privado —respondió.—Está bien, no soy tan rencorosa —Mariana hizo una mueca. Después de todo, no era algo tan grave.—¿Entonces, esto cuenta como que te he consolado?—No me has consolado en absolut
El dinero no significaba nada para Walter. Pero para ellos, esos trabajadores con escasos recursos, era muy importante.Mariana regresó a su oficina, abrazando las flores, y tomó una foto. Sin embargo, no se la envió a Walter; en su lugar, abrió Twitter y publicó un estado.[@Mariana: Me gusta.]Rápidamente, comenzaron a llegar comentarios.Mariana hizo clic y, entre todos los comentarios, vio uno de Walter.Walter: [¿Qué te gusta?]Mariana sonrió; claro que le gustaban las flores.Mariana respondió a Walter: [Las flores.]Walter: [¿Y las otras cosas?][Las regalé.] respondió Mariana.Poco después, su WhatsApp recibió un mensaje de Walter.Walter: [¿Las regalaste? ¿Todo? ¡Solo dejaste las flores?!]Mariana: [¿Y qué?]Walter: [Mariana, ¿sabes que esos bolsos son difíciles de conseguir? ¡Cada uno es muy caro!]Mariana: [¿Te duele?]Walter: [No es que me duela. Solo pensé que te gustaría, por eso estuve preguntando por los gustos de las mujeres. No esperaba que a cierta mujer no le import
—¿Hmm? ¿Qué me pasa? —Él miró a Mariana, y en sus ojos había un destello de ingenuidad.Mariana apretó los labios. Esa frase que estaba a punto de salir, que no sonaba muy creíble, se quedó en su garganta. Bueno, al fin y al cabo, él era un novato, así que debería darle un poco de confianza.—Está bien, tú, que eres tan inteligente, seguro aprenderás rápido —Mariana asintió.Walter se quedó sin palabras. Ella parecía tan indiferente, como si no creyera que realmente podría aprender. Si era así, tenía que esforzarse aún más.—Entonces, yo cocinaré, tú quédate en la sala esperando —dijo Mariana.—¿Puedo observarte? —preguntó él.Mariana asintió, claro que sí. Sería una buena oportunidad para que él aprendiera cómo se usaban los utensilios de cocina de la casa.Mariana estaba demasiado familiarizada con ese hogar. Se puso el delantal y comenzó a trabajar.Walter se quedó tranquilo en la puerta, observando el perfil de Mariana, y sintió un torbellino en su interior.Durante esos tres años,
Mariana cocinaba con mucha dedicación. Pronto, el aroma de la comida llenó la casa. Walter era la primera vez que experimentaba esa calidez en su hogar.Así era la verdadera vida feliz. Lo que había vivido antes eran solo días sin sentido.Jimena solo sabía hacerle pucheros y hablarle de los restaurantes que le gustaban, nunca le cocinaba.Con Jimena, cada día era una novedad. Pero con Mariana, había una estabilidad y una confianza inquebrantables. Los jóvenes suelen buscar la novedad, pero al mirar atrás, se dan cuenta de que las personas más confiables son el verdadero refugio.Y esa confianza se debía, en parte, a la culpa que él sentía por ella.Mariana podía buscar la novedad. Sin embargo, estaba dispuesta a sacrificar esa novedad por el bienestar de su familia.Cuando Mariana terminó de cocinar, se quitó el delantal y Walter ya había puesto los platos y cubiertos en la mesa, esperando por ella. Era raro que ambos disfrutaran de una comida tranquila juntos.La comida de Mariana er