La brisa suave entraba por la ventana del coche, no fría, pero le helaba el corazón.Walter se recostó en el respaldo, sacó su teléfono de manera instintiva y pensó en enviarle un mensaje a Mariana.No sabía desde cuándo había empezado a convertirse en ese tipo molesto que no dejaba en paz a la otra.Siempre quería escribirle a Mariana, incluso mientras trabajaba, se distraía pensando en ir a verla.Parecía entender ahora las acciones insistentes de Mariana en el pasado.No era sorprendente. Solo era una reacción a la preocupación por alguien.Las personas en este mundo no son difíciles de controlar; lo complicado es controlar el propio corazón...Walter observaba, sintiéndose particularmente pesado por dentro.Sabía que había perdido a Mariana, que debía compensarla, pero frente a su evasión y su mirada fría, no tenía idea de qué hacer.Su relación estaba estancada aquí.No, tal vez solo era él quien estaba estancado.Mariana seguía adelante...Antes, él avanzaba y Mariana lo seguía d
Tobías parecía haber escuchado un chiste.Se volvió hacia Walter, con una mirada que mostraba incredulidad.¿Por qué debería darle otra oportunidad?Sonrió levemente.Al verlo sonreír, Walter sintió como si hubiera recibido un golpe.Tobías suspiró y le preguntó: —Señor Guzmán, imagina que algún día tienes una hija a la que amas profundamente. La has consentido desde pequeña, no permitiendo que le pase nada malo. Todo lo que ella desea, tú haces lo posible por dárselo. Pero un día...Tobías tuvo que mirar a Walter nuevamente, acercándose lentamente. —Un día, ella se enamora de alguien, se entrega por completo, pero no recibe nada a cambio. La niña que fue mimada por toda la familia se convierte en el blanco de los abusos de otros. ¿Le darías a la persona que le ha hecho daño otra oportunidad para lastimarla?Walter frunció el ceño. —No la lastimaría de nuevo, la protegería.—Cualquiera puede hablar bien, pero, en realidad, ¿es tan fácil? ¿Podrías hacerlo? —Tobías lo miró con una mezcla
Tobías, sintiéndose impotente, le dio una palmadita en el hombro a Catalina, indicándole que no se enojara. Al final, eso solo le haría daño a su salud.—¿Cómo está Mari hoy? —preguntó Tobías a Catalina.Al hablar de eso, el ánimo de Catalina mejoró.—Mari, desde que se divorció de Walter, parece estar cada vez mejor.Al menos ya no se vio tan marchita ni suspirando todo el tiempo.—¡Eso es genial! Oye, ¿ella va a la exposición de joyería?—¡Claro que va! —Catalina asintió con firmeza.Tobías se sintió aliviado.Como padre, solo deseaba lo mejor para su hija.En cuanto a los demás, si eran felices o tristes, eso no le concernía.Cuando esa persona hirió a Mariana, nunca pensó en lo que ella sentía, así que él tampoco necesitaba considerar a los demás....—La primera exposición de joyería del Grupo Sandoval se llevará a cabo en Yacuanagua. Esperamos que todos nos apoyen.A la mañana siguiente, la televisión transmitía las últimas noticias.Mariana mordía un trozo de pan mientras miraba
—Mariana, no te hagas ilusiones de que te amaré.El hombre la agarró del cuello, empujándola contra el sofá y la insultó con una cara llena de disgusto: —Mi paciencia contigo ya llegó al límite, así que te aconsejo que te portes bien. ¡En seis meses nos divorciaremos!—De verdad no empujé a Jimena... ¡Fue ella misma quien cayó en la piscina!Mariana Chávez tenía la voz débil y estaba empapada hasta los huesos, con su cuerpo delgado temblando sin cesar, mostrando que aún no se había recuperado del miedo de haber caído al agua hace un momento.—No te justifiques más. ¡Has sido su amiga durante años, sabes que le tiene miedo al agua! —gritó furiosamente, mientras sus acciones se intensificaban y su semblante feroz insinuaba que si algo le pasaba a Jimena, ella también tendría que enfrentar las consecuencias.La simple frase -amiga durante años- la condenó directamente.Los ojos de Mariana se fueron humedeciendo y una lágrima se deslizó lentamente por su mejilla; en ese instante, el sonido
—Papá, tenías razón, nunca podría entrar en el corazón de Walter. Sé que me equivoqué, quiero volver a casa.La voz ronca de Mariana resonaba en la vacía sala de estar.La familia Chávez era la más rica de la ciudad de Luzalta, un clan de médicos.Su abuelo era comerciante y su abuela era una famosa profesora de cirugía cardíaca, ambos haciendo una pareja perfecta. Desde pequeña, Mariana siguió a su abuela para estudiar medicina. La viejita decía que era una genio destinada a seguir ese camino.Sus abuelos le habían allanado el camino hacia el éxito, su padre había acumulado innumerables propiedades para que ella las heredara, y su madre prometía que podía ser la princesa de la casa para siempre.Pero ella lo había abandonado todo por Walter, degradándose a sí misma hasta llegar a donde estaba ahora.En aquel entonces, pensó que era una verdadera guerrera que luchaba por el amor, con gran entusiasmo y corazón valiente. Ahora que lo pensaba, su cabeza estuvo viviendo en las nubes.Mar
Walter se negaba a creerlo y buscó en todos los lugares donde Mariana podría estar: el jardín trasero, el estudio, la sala de proyección... Sin embargo, no sólo no encontró un rastro de ella, sino que sus pertenencias habían desaparecido, incluidos los libros de medicina en la estantería en el estudio que ella solía leer.Él raramente iba allí, y ahora, sin Mariana, la casa parecía haber sido abandonada durante mucho tiempo, sin huella de vida humana.Walter bajó las escaleras con paso pesado y, de repente, notó que la pared detrás del sofá estaba vacía. Cuando vio el cuadro dañado arrojado en el bote de basura, su respiración se contuvo por un momento. Después de casarse con Mariana, ella siempre le pedía que la acompañara de compras, pero como él estaba ocupado con el trabajo y la detestaba, la rechazaba una y otra vez.El día de su cumpleaños, ella fue a la empresa a buscarlo y le preguntó: —Walter, ¿me podrías acompañar en mi cumpleaños? Si estás ocupado, está bien sólo media hor
Mirando al hombre que la estaba llevando hacia adelante, Mariana pareció quedarse en trance.Fue igual que aquel año, cuando él tomó su mano y la sacó corriendo de aquellos que los perseguían.Si en aquel entonces Walter hubiera sido un poco peor con ella, tal vez no lo habría amado tanto ni habría insistido en casarse con él a pesar de romper con su familia.Pero de nuevo, ¿por qué estaba él allí? ¿Y qué estaba haciendo ahora?¿Acaso estaba celoso de verla coquetear con otro hombre?Pero en breve ella desechó esa idea.Walter no tenía corazón; nunca la había amado, así que ¿cómo podría estar celoso?Cuando Mariana fue empujada adentro del baño, el alcohol comenzó a hacer efecto y se sintió débil en todo su cuerpo.Walter la presionó contra el lavabo con el ceño fruncido. La luz sobre su cabeza le daba una apariencia borrosa, pero no era difícil ver su atractivo.—Mariana, ¡aún no estamos divorciados! —espetó entre dientes.Con la espalda pegada al lavabo, el tatuaje de mariposa en la
En esa noche, en el piso 33 del Hotel Solaz, se llevaba a cabo un banquete. A través de los ventanales grandes, se podía contemplar toda la vibrante vista nocturna de Yacuanagua.La melodía suave del piano flotaba en el aire, mientras Mariana se recostaba perezosamente en la barra, balanceando distraída su copa de vino tinto y observando a su alrededor sin mucho interés.Los hombres en el salón la miraban fijamente con codicia, deseando entablar conversación pero sin atreverse a hacerlo.Esa noche, ella llevaba un vestido largo negro con tirantes, con algunas arrugas en la falda que dejaban al descubierto sus delicados tobillos. El atuendo le quedaba holgado, pero resaltaba perfectamente sus curvas. Su cabello caía en cascada por su espalda, dejando entrever un tatuaje de mariposa, todo lo cual la hacía destacar demasiado.En ese momento, su celular sonó y, al echarle un vistazo, descubrió que era un mensaje.Papá: [¿Fuiste a la fiesta?]Mariana suspiró y escribió: [Ya estoy aquí.]Des