—Es que te amo, ¿cómo no iba a cometer esas locuras si es por amor a ti? —Jimena se arrodilló acercándose a la cama.Sus brazos heridos por los cristales rotos manchaban su ropa de sangre.Al no poder agarrar el brazo de Walter, se aferró a las sábanas de la cama. Sus dedos amoratados y su voz dolida. —¿Cómo, siendo una señorita de alta cuna, iba a rebajarme a estar a tu lado si no fuera por mi amor?—¿Rebajar? ¿Quieres decir que has sufrido? —Walter la miró con escepticismo.Jimena se mordió el labio, sollozando. —¿Acaso no he sufrido?Al oírlo, Simón soltó una risa fría. —Señorita López, ¿prefiere que le cuente yo a Walter quién lo rescató?Jimena tembló, mirando a Simón.¿Qué quería hacer?Parecía empeñado en avivar aún más el conflicto.Walter tenía el pecho agitado y los puños apretados, emanando una opresiva presencia que aterrorizaba a Jimena, impidiéndole hablar.Jimena clavaba las uñas en sus morados dedos, sin atreverse a mirar ni a Simón ni a Walter.Finalmente, Simón pregun
Era esa Mariana que siempre le había amado, sin quejarse ni una sola vez.Walter no pudo evitar una amarga sonrisa.Él había maldecido a tanta gente por ser estúpida, incluso a la propia Mariana, sin darse cuenta de que el más estúpido de todos era él mismo.¡Él era el imbécil más idiota!Y las mentiras de Jimena, disfrazadas de amor, casi lo habían arruinado.—¡Ja, ja, ja! —Walter estalló en carcajadas.Cuando volvió a mirar a Jimena, sus ojos ardían con un fulgor malévolo. —¡Jimena!Ella negó con la cabeza, y al instante sintió las manos de Walter apretando su cuello.—¡Morirás mil veces y no será suficiente! —gruñó con una voz infernal.Después la arrojó con violencia.Jimena cayó al suelo, entre los cristales rotos.Y esta vez, nadie lamentaría su suerte.Ni siquiera la preocupación fingida de Walter.Walter miró la espalda de Jimena y recordó aquella terrible cicatriz.Había preguntado a Mariana innumerables veces cómo se la había hecho, y ella sólo le había dicho, con indiferenci
Jimena no se resignaba.Fuera de sí, se acercó a Walter justo cuando él iba a abrir la puerta, y la cerró con fuerza.Con los ojos llenos de lágrimas, lo miró con desesperación.—¿Es que no sientes nada por mí? Walter, ¿cuántos años llevo a tu lado? Si no hago esto, ¿cuándo vas a amarme? —sollozó Jimena, desgarradoramente.Pero el corazón de Walter ya no se conmovía.Por más que Jimena lo amara durante tantos años, él era incapaz de empatizar con ella.¡Ella era la culpable de que su vida se hubiera vuelto un caos!Su amor no era más que egoísmo y sinrazón. ¿Acaso necesitaba de un amor así?No era más que un intento desesperado por satisfacer sus propios deseos.—Yo también fui a rescatarte... sólo que llegué un poco tarde —murmuró, con lágrimas rodando por sus mejillas.Siempre había querido adelantarse a Mariana, pero descubrió que, cuando se trataba de Walter, ella siempre iba un paso por detrás.Circulaba el rumor de que Walter y Mariana estaban destinados a estar juntos.Jimena se
Las gotas de lluvia azotaban con furia los cristales del coche, provocando un ruido ensordecedor.—¿Dónde está ella? Vamos ahora mismo —dijo Walter, con la voz ronca y apagada.Simón miró por el retrovisor. Frunció el ceño y respondió con tono grave: —La señorita Chávez está ahora en el aeropuerto.—¿En el aeropuerto? —Walter se sorprendió.Simón echó un vistazo a la hora. El vuelo salía en una hora, quizás no llegarían a tiempo. —Señor Guzmán, la señorita Chávez está destrozada. Ella... se va a ir del país a estudiar —explicó.Él había ido a la habitación, con la intención de llevar directamente a Walter a ver a Mariana. Pero al encontrarse con Jimena, aprovechó para contarle la verdad sobre todo este asunto.Por eso se había retrasado un poco.Al oír esa noticia, el corazón de Walter dio un vuelco.Consciente de la urgencia, Walter abrió de inmediato la puerta del coche y se bajó.Simón frunció el ceño. —¿Señor Guzmán?Tuvo que bajar también y seguirlo.Bajo la lluvia torrencial, Wal
La distancia al aeropuerto no era mucha, pero no entendía por qué aún no lograba llegar.¡Parecía que mientras más conducía, más lejos estaba!Faltaba cada vez menos para la salida del vuelo de Mariana, y sin embargo ni siquiera veía los límites del aeropuerto.Walter tragó saliva con dificultad y volvió a tomar su teléfono.Afuera, la torrencial lluvia parecía castigar a alguien que había obrado contra su conciencia.No había respuesta a sus mensajes ni devolución de sus llamadas.Cuando intentó comunicarse una vez más, le informaron que el número estaba inválido.inválido...Ella realmente estaba lista para partir, incluso había dado de baja su número.¡No podía creerlo!Ese número de Mariana lo acompañaba desde la secundaria. Era el primero que ella le había hecho memorizar.En aquel entonces, la joven chica aún conservaba cierta ingenuidad. Sentada frente a él, le había sonreído diciendo: —Walter, este es mi número. Apréndetelo.—No me aprendo los números, cambian mucho —le había r
Walter se sentía inquieto.Al abrir el cajón para sacar un cigarrillo, se le cayó la identificación de Mariana...Walter se quedó parado.Al ver la identificación en el suelo, una angustiosa tormenta se desató en su interior.Con manos temblorosas, Walter recogió la identificación de Mariana y contempló su fotografía, sintiéndose cada vez más apesadumbrado.¿Por qué guardaba la identificación de Mariana? ¿Acaso no era suficiente prueba de que le importaba para no querer el divorcio?Pero entonces, ¿por qué... mientras le importaba, también la había herido?Walter negó con la cabeza, incapaz de perdonarse a sí mismo.Incluso si lograra ver a Mariana, ¿qué le diría? ¿Pedirle que lo perdonara? ¿O simplemente decir un "lo siento"?¿Realmente un simple "lo siento" podría reparar todo el daño que le había causado?Ella había sido tan maravillosa...De pronto, Walter se sintió entumecido.Se recostó en el asiento, dejando que la lluvia lo empapara.Levantando la identificación de Mariana, esa
Simón suspiró y le indicó al chofer que acelerara el paso.Una vez que Walter recogió su mano, la ventana se cerró.El interior del auto se llenó de cierto calor, pero el frío que Walter sentía en su interior parecía estar extendiéndose por todo su cuerpo, a punto de consumirlo.Desde evitarla al principio hasta ahora arrepentirse, durante estos tres años, había sido él quien culpó injustamente a Mariana, decepcionándola.Walter miraba por la ventana, sus ojos llenos de lágrimas de arrepentimiento y su silencio expresando su penitencia.¡Ni siquiera se atrevía a imaginar qué habría pasado si se hubiera casado con Jimena, con esa persona que lo había engañado durante tres años!Cuando Mariana era la que lo había salvado, la persona a la que más debía agradecer.Al pensarlo, Walter apretó los puños con fuerza.Finalmente, llegaron al aeropuerto.Afuera, los taxis iban y venían, algunas personas cargando equipaje y apresurándose bajo la lluvia para subir a los autos, otras abrazándose baj
Mariana levantó la cabeza y vio que la persona que le acercó el café arqueaba las cejas. —¿Y Yahir?—Ah, Yahir, al ver a una chica guapa, se fue a ligar —dijo él.Mariana esbozó una sonrisa irónica. Yahir no era ese tipo de persona, seguro que le habían inventado una excusa para alejarlo.Esta persona era precisamente Vicente.Él tenía asuntos en el extranjero y le había dicho que viajara con ella.Mariana dio un sorbo al café caliente, sintiéndose bastante reconfortada.Vicente se sentó junto a Mariana. Vestía con un elegante traje y abrigo negro, muy apuesto.Mariana no pudo evitar pensar en la vestimenta de Walter. Cada otoño e invierno, él también solía vestir así. Cuando estaban en la universidad, ese look volvía locas a las chicas.Aunque Walter rara vez volvía a la mansión, su armario seguía lleno de ese tipo de atuendos.Muy elegante.Por supuesto, Vicente tampoco se quedaba atrás.A veces, Mariana sentía que la vida era injusta, pues estos hombres no solo eran apuestos, sino t