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Capítulo 3 El Príncipe Mata Al Dragón
POV de Scarlett

"Tu trasplante de médula ósea fue hace tres meses, tontita," la risa de Sebastián resuena hasta el pasillo vacío.

Mi mano descansa sobre el pomo de la puerta, pero me faltan fuerzas para abrirla. He presenciado demasiadas veces, durante demasiado tiempo, la forma en que se aman.

Como si quisiera infligirme más dolor, me quedo quieta, escuchando su conversación.

"Hoy es solo un chequeo de rutina y los resultados han salido bien todas las veces anteriores, ¿no?" murmura Sebastián con dulzura.

Puedo ver perfectamente su sonrisa tierna mientras mima a quien verdaderamente ama. Me imagino su mano fuerte acariciándole la cabeza, como si estuviera acariciando la flor más frágil del mundo.

Ese calor y amor que él le muestra, solo lo recibí una vez. En ese único momento creí tocar el sol, y por ese breve instante de luz en mi vida oscura, me arriesgué por completo, apostándolo todo a ese hombre.

Y como el sol, terminó quemándome.

No importa cuánto lo ame y cuánto haga por él, nunca recibiré nada a cambio. Porque él ya pagó el precio máximo que estaba dispuesto a pagar: se casó conmigo, una mujer que no ama. Y eso lo justifica todo.

"¿Y si falla... otra vez?" le dice Ava con voz llorosa.

La enfermedad de Von Willebrand no tiene cura... al menos todavía. Sebastián prácticamente compró esta habitación VIP para ella y pasó los últimos cinco años ideando un plan tras otro con el médico que contrató con un salario de siete cifras, quien dicen ha logrado avances en la cura de la enfermedad.

"Entonces seguiremos intentándolo," le responde Sebastián con toda la ternura del mundo, "sabes que no dejaré que nada malo te pase."

No puedo. No puedo entrar. Sus palabras drenan toda la energía que me queda y casi me derrito.

Sabía que la amaba. Me lo han recordado cada día desde que tengo memoria. Uno pensaría que ya debería ser inmune a ese dolor. Eso quisiera yo, pero mi corazón sigue sufriendo por él.

"Lo sé. Es solo que..." Ava murmura, agregando con duda, "no podré estar contigo si sigo siendo como un jarrón de vidrio..."

...uno que se rompe con la más mínima caída. Normalmente, palabras como estas hacen que todos corran a consolarla.

Sebastián no le responde de inmediato esta vez.

Mi garganta se seca mientras se aprieta, doliéndome tanto que tengo que contener la respiración. ¿Le digo la buena noticia? ¿Que hoy será un hombre libre? Puede hacerlo ahora. Sabe que su libertad está en camino y puede prometerle su vida a ella.

Quiero irrumpir y detenerlo. No quiero oírlo decirlo en voz alta. Pero no me atrevo. La última vez que dejé que mis sentimientos me dominaran, me gané un castigo de cinco años.

"Ava, es que estoy casado..."

¿Qué dijo?

Me quedo sorprendida. ¿De verdad acaba de decir eso? ¿Que está casado? ¿Es eso un rechazo? ¿Puedo permitirme que me brote una torturante esperanza, aunque sea pequeña?

"¡Lo siento tanto que hayas tenido que hacer eso por mí! ¡No deberías...!" Ava rompe en llanto, su tono de voz era tan triste que incluso yo siento una extraña culpa crecer dentro de mí.

Lo sé, no debería haberlo hecho. Incluso si él no hubiera aceptado, yo igual habría salvado a Ava. No es como si mis padres lo hubieran permitido de otra manera.

Ava y yo nacimos con sangre RH negativo. Eso fue una bendición para ella, pero una maldición para mí.

Solo porque yo nací sana.

Ava necesitaba mi ayuda y le pedí a Sebastián que pagara el precio máximo para salvar a su amor. Lo hizo. Pensé que por fin estaba consiguiendo lo que quería. Pero todo lo que hice fue promover su amor por ella y dejar una profunda cicatriz en mi corazón.

Le robé su oportunidad con su amor y él se aseguró de arruinar la mía.

Es lo justo.

"Ya te lo dije," Sebastián la consuela con su voz grave, "no dejaré que nada malo te pase."

Una vez me prometió lo mismo a mí también. Supongo que una promesa no cuenta hasta que el niño que la hizo pueda convertirse en un hombre capaz de cumplirla.

Ava se lanza a sus brazos o eso me pareció por el sonido que escuche. No lo sé, ni quiero saberlo.

Me alejo, como la perdedora en esta relación.

[Estoy en el hospital, sal cuando puedas,] le escribo a Sebastián. Pensé que lo había aceptado. Al final, igual no puedo entrar.

Al final, sigo perdiendo ante ella.

Soy la villana en mi historia y las villanas no obtienen lo que quieren, punto y final. Así es como debe ser una buena historia. El príncipe mata al dragón, rescata a la princesa y viven felices para siempre.

Claro, él no me lastimaría físicamente. Es el caballero blanco. Solo pisoteó mi corazón en el lodo, retorciendo su pie para infligirme el mayor dolor mientras su reino vitoreaba.

Pudo pisotear mi corazón porque yo se lo permití. Ya no puedo permitirlo más, ya cuando no me queda ni un pedazo de ese corazón para que él lo pisotee.

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