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5: "Un sabor realmente maravilloso"

Moira 

—Cena

Su voz cortante llega desde la puerta, intento recuperarme de haberlo tenido tan serca, hace unos segundos y me niego.

—No voy a engordar para que me comas.

Respondo desafiante, él suspira, sujeta el marco de la puerta un segundo y luego me mira provocando esa extraña sensación en mi interior.

—Si quieres morir de hambre es tu problema.

Cierra la puerta a mi espalda haciéndome maldecir, mi estómago vuelve a rugir y me cubro la cabeza con una almohada, el aroma extraño sigue en la habitación. Es una mezcla de dulzor con flores y algo exótico que no sé identificar.

Nunca conocí a un hombre que oliece tan bien, pero sigue siendo un lycan, así que da igual si huele a fresas o herrumbre es simplemente molesto. Cierro mis ojos intentando conciliar el sueño e ignoro el hecho de que realmente llevo un día sin comer.

......

—¡Mamá¡¡Mamá!

Lloro en pánico cuando encuentro al espantoso ser sosteniéndola por el cuello. Sentí un fuerte estruendo mientras dormía y ahora simplemente no puedo moverme.

El miedo me paraliza mientras ese... esa... esa cosa clava sus dientes en la garganta de mi madre. Ella grita mi nombre, mi mirada se encuentra con la azulada de la bestia y deja caer a mi madre para caminar sobre sus cuatro patas en mi dirección.

Es una criatura deforme, con una hilera de cabello desde su cabeza hasta la punta de la cola, los músculos robustos en sus manos son inmenso cómo los colmillos que está mostrándome en este momento, su rostro es una mezcla extraña entre un perro y un humano, la nariz alargada contrasta con los ojos humanos que lucen malévolos.

Un gruñido viene desde su garganta, mis piernas se debilitan y el animal respira justo sobre mi rostro antes de colocar sus extrañas manos con garras sobre mi brazo, las garras pinchan mi piel. Mientras usa la otra mano para sostener mi garganta y el gruñido que sale de su boca cuando el sonido de una sirena se escucha a lo lejos hace que reaccione.

Empujo mi rostro hacia atrás, la mano que sostenía mi garganta roza mi cabeza y el ardor en ella me hace saber que acaba de rasguñarme.

El animal me mira un momento más, corre hacia la ventana y el sonido de cristales rompiéndose llenan el lugar. Corro hasta mi madre, ella jadea, algo de sangre escapa de su boca y la veo alzar su brazo con debilidad.

—Cúbrelo—exige—plasmando su ensangrentada mano sobre el lado derecho de mi rostro—no dejes que lo vean...

Murmura antes de que la mano caiga a mi lado y las lágrimas comiencen a caer por mi rostro. La sangre humedece mis mansos mientras se hace difícil respirar 

....

Abro mis ojos en medio de la oscuridad, el silencio reinante a mi alrededor me hace temblar por un momento y limpio las gotas de sudor que se han formado en mi frente. Toco mi lado derecho instintivamente. Bajo de la cama temblorosa.Un grito que escapa de mis cuando dos ojos brillantes me miran desde unos pocos metros.

—¿Te estás muriendo?

La luz de la habitación se enciende y reconozco al hombre que me retiene prisionera en su casa.

—Fu... fuera...

Pido dando unos pasos hacia atrás, él niega, pasa una mano por su cabeza. Mis ojos ven el movimiento de sus músculos dándome cuenta de que está usando únicamente el pantalón de pijama.

—Solo cállate—pide—necesito dormir.

—Yo... yo...—tiemblo—solo tuve una pesadilla.

Dillon niega, da un paso más dentro de mi habitación y me alejo sintiéndome demasiado insegura con él después de tener esa espantosa pesadilla.

—Por… Por favor solo déjame sola...

Él detiene sus pasos. Duda un momento, pero luego se aleja para salir de la habitación. Mi pecho se encoge, mi barbilla comienza a temblar y las lágrimas que caen sin ninguna explicación me hacen sentir horriblemente sola.

Camino hasta el baño, miro mi rostro en el espejo y simplemente odio el color en mis ojos. Siempre que recuerdo esas malditas palabras siento que es mi culpa. Mi padre ni siquiera estaba ahí cuando nací. No sé qué maldito motivo tuvo mi madre para decir alguna vez que este ojo era un maravilloso tesoro.

Quizás si no fuera diferente no me hubieran secuestrado, quizás mi madre estaría viva.

La puerta del baño se abre de golpe, el pánico me hace resbalar sobre las frías baldosas y Dillon impide que golpee el frío suelo sosteniéndome fuertemente de la cintura.

Ese olor vuelve a llenar mis sentidos, mi cuerpo comienza a temblar y ese extraño sentimiento hace que más lágrimas escapen de mí. Él maldice, empuja mi rostro contra su pecho haciendo que me sienta extrañamente segura.

Mis dedos se aferran a sus costados, él palmea cuidadosamente mi espalda y esa necesidad de ser confortada que he experimentado durante años rodea mi corazón. Nos quedamos así demasiado tiempo, dejo de llorar después de un momento y no soy capaz de protestar cuando me lleva a la cama. Lo veo apartar las mantas antes de acomodarme entre ellas.

—Come—exige entonces alejándose de la cama para tomar algo que dejo junto a la puerta—puedo escuchar tus tripas rugiendo desde mi cuarto.

—¡No!—me niego—no pienso dejar que me alimentes cómo a un cerdo.

Él cierra sus ojos un momento, coloca la bandeja sobre mis piernas extendidas en la cama y mi boca se hace agua ante los dos sándwiches que definitivamente tienen muy buena pinta. En especial cuando hace más de veinticuatro horas que no como nada. Esos malditos tipos solo me dejaron beber agua.

—Come—exige—créeme no voy a comerte.

El silencio se filtra entre los dos con algo eléctrico que simplemente no puedo explicar. Él sostiene uno de los sandwiches a centímetros de mis labios y sonríe.

—Si realmente fuera a comerte te aseguro que no estarías usando ropa.

Mis ojos van a la bata de baño que fue lo único que encontré para vestirme y él aprovecha que abro mi boca para meter el sándwich en ella.

Mis papilas gustativas explotan ante el delicioso sabor de la comida después de tanto tiempo.

La comisura de sus labios se elevan con una casi imperceptible sonríes y doy otra mordida al sándwich que está sosteniendo. Un sonido extraño viene de él, sus ojos fijos en mi boca hacen que mi corazón se desboque y aleja el sándwich de mis labios para pegar su boca a la mía.

El aire abandona mis pulmones, sus labios muerden ligeramente los míos y mi boca se mueve por sí sola. Rodeo su nuca con los brazos.

Mi cuerpo reacciona ante este hombre que sabe tan maravillosamente dulce y que no puedo dejar de besarlo. Muevo la lengua en una lucha contra la suya que se desliza por sus dientes caninos puntiagudos y un tanto más alargados de lo normal.

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