Capítulo 2
La voz impaciente de Kevin me sacó de la meditación:

—Wendy, ¿estás sorda? ¿No me has oído decir que le prepares a Saray una taza de café?

Respiré hondo.

Tenía que aguantar un poco más y en tres días me habré librado de esos dos.

Saray, por otro lado, me defendió:

—Kevin, no le digas esto, a lo mejor está un poco cansada de cuidarte y por eso no te escuchó. —Sus ojos miraron deliberadamente las piernas de Kevin.

Lo último que Kevin toleraría era que la gente hablara de sus piernas.

Me miró molesto, con la voz baja:

—Wendy, ¿tienes que ser tan melodramática? Es tu deber cuidar de mí, pues soy tu novio. —Me miró con los dientes apretados.

—Pronto lo dejarás de ser —dije de repente.

Era la primera vez que le faltaba tanto al respeto.

Kevin no reaccionó.

Al ver que mi aspecto era tan normal como siempre, no tan alarmado como antes, me fulminó con la mirada y dejó que Saray le empujara para salir a pasear.

Cuando los dos se fueron, empecé a hacer las maletas.

Deseché todo lo relacionado con Kevin.

A mitad de empacar, Kevin regresó.

En su silla de ruedas me observó fríamente desde la puerta.

—¿Qué? ¿Ya no se te puede decir nada? ¿Por qué eres tan frágil y sensible? No como Saray, que es una chica fuerte —gruñó, menospreciándome y alabando a la otra.

Antes habría estado triste y atrapado en un conflicto interno.

Ahora que estaba a punto de irme, no me importaban ni Kevin, ni Saray, ni nada.

De repente, Kevin empujó su silla de ruedas hacia delante.

Alcanzó la ropa que había comprado para el niño que había abortado hacía seis meses y que había puesto sobre la cama, con la mano temblándole ligeramente.

¿Por qué fingía a estas alturas?

—Wendy, volveremos a tener un bebé. —Kevin me hizo una promesa.

Por desgracia, hace tiempo que dejó de importarme, pero el incidente que ocurrió hace seis meses era una espina que tenía clavada.

Aquella vez, Kevin y yo fuimos a una revisión del embarazo, pero nos encontramos con Saray en la entrada del hospital, tenía varios moratones en el cuerpo y la cara un poco magullada e hinchada, dijo que se había caído accidentalmente por las escaleras.

Kevin me dejó atrás por primera vez para acompañar a Saray a su cita médica.

El embarazo ya en sí controlaba un poco mis emociones, pues era sensible y frágil.

Así que me enfadé un poco y discutí con Kevin.

¿Cómo pudo dejarme por otra mujer?

También fue en ese momento cuando me derribaron unos niños que correteaban por ahí.

Y Kevin protegió a Saray en primer lugar, viéndome caer al suelo.

Como consecuencia, perdí mi bebé y mi salud se vio afectada por el gran shock que recibí. Desde entonces me costó mucho quedarme embarazada.

No oyó mi respuesta durante un buen rato y, cuando se volvió, se dio cuenta de que hacía tiempo que yo había salido de la habitación.

Se quedó inmóvil durante un buen rato, pensando que yo seguía enojada con él.

Soltó un gruñido frío, pero tampoco le dio más importancia.

Cuando salí a sacar la basura, Kevin se me acercó en su silla de ruedas y vio cómo tiraba el regalo que me había hecho.

—¿Por qué lo has tirado? —Kevin sonaba un poco enojado.

—¿Qué sentido tiene guardar lo que no vas a usar más? —Hice una mueca.

No se esperaba esa respuesta mía, se atragantó y contestó bruscamente.

Cuando terminé de hacer las maletas eran las 10 de la noche, y fue entonces cuando se dio cuenta de que algo iba mal.

—¿Por qué de repente haces las maletas? —Estaba un poco nervioso.

—Para hacer espacio en los armarios —respondí con eso.

Exhaló un suspiro de alivio, sonando un poco contrariado:

—Ten cuidado, no tires sin querer el regalo que te compré el año pasado.

Le miré y en su mano tenía el collar que me había comprado el año pasado. El collar estaba un poco destartalado y oxidado. Era la primera joya que me regaló en los cuatro años que llevábamos juntos.

Más tarde me di cuenta de que Kevin había comprado el collar en un puesto cualquiera de la callle, pero lo llevé encima durante mucho tiempo como si fuera un tesoro.

Me burlé de mí misma.

Kevin me hizo señas para que lo guardara, pero tomé el collar, me di la vuelta y lo tiré a la papelera.
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