UNA PINTURA
Catriel llegó antes del anochecer. Me recibió en la habitación de Siena y me invitó a dar un paseo antes de que oscureciera.
Pensé que íbamos a caminar o conducir, pero una vez más era Storm quien nos estaba esperando.
Miré a la yegua, que cada día parecía más bella:
- ¿No era Lucca a quien le gustaba montar? – cuestioné.
- Eso creo – me susurró al oído – Porque definitivamente no. Pero como sé que a mi futura esposa le gusta mucho montar en bicicleta, decidí sorprenderla.
Miré a mi alrededor, pero los sirvientes presentes no escucharon el tono lleno de motivos ocultos en su voz. Sonreí y respondí:
- No me gusta montar en Storm. Y lo sabes muy bien. – Cada palabra salió con doble significado.
Catriel me subió a la yegua, dejando claro lo fuerte que era.
- No vas a mirar desde abajo, ¿verdad? No sé cómo hacerla caminar... - Sujeté las riendas con fuerza, apretando mis piernas alrededor del animal.
Catriel se rió y puso uno de sus pies en los estribos, ocupando su lugar detr