Lucca permaneció en silencio y caminamos un rato sin decir nada, por el suntuoso sendero, rodeados de espléndidos árboles altos llenos de hojas que se mecían con el viento fresco del mar.
- Si te dijera que nunca he bebido, ¿me creerías? - le pregunté, apretándole ligeramente el brazo, aprensiva.
- Sí, te creería. Porque sé que la prensa sólo muestra lo que ve y lo que quiere que supongamos que ocurrió.
- ¿Has...? ¿Has leído lo que han escrito sobre mí?
- Sí.
- Y aparentemente tu hermano... Y seguramente de tus padres.
- Sí -confirmó de nuevo en un monosílabo-.
- ¿Conoces ese momento en el que planeas algo y todo sale mal? Pues... Eso fue lo que pasó aquella noche. Los paparazzi no debían estar allí. No debería haber estado bebiendo en primer lugar y ni si
- ¿Y éste? - pregunté, intentando tocarlo, mientras el animal se apartaba.- Éste... - me corrigió.- Hola, "Mamón" -bromeé, admirando a la yegua-. - Es... preciosa.- Pues mi hermano se ofendería un poco si te oyera llamar Otária a su yegua. - Lucca se mostró irónica.Inmediatamente me alejé del animal, temerosa:- Pensándolo bien, ¡ni siquiera es tan bonita! - Me encogí de hombros.La yegua empezó a relinchar y Lucca se acercó a ella, suavizándola hasta que se calmó.- No pasa nada, Tormenta.- ¿Tormenta?- Sí, esta es nuestra preciosa Tormenta.- No se parece en nada a Sucker... - Arqueé una ceja, analizando al animal perfecto.¿Recuerdas ese sueño del príncipe que llega en un caballo blanco? Pues...- ¿Por qué t
- ¿Max? - Grité. - ¿Qué haces aquí?- ¿Nos... ¿Nos has seguido? - Lucca arrugó el ceño, perplejo.- Alteza, valoro vuestra seguridad. Nunca os dejaría salir sola con el príncipe desconocido.- Él... No es un desconocido -argumenté-.- Lo conocemos desde hace menos de veinticuatro horas -me recordó-.- Es un príncipe. Viene de una familia real, pública... Nunca me haría daño -argumenté-.- Podría matarla y arrojar su cuerpo al mar, Alteza. Nunca la encontraríamos. Y ni siquiera sabríamos a quién culpar.- Aquí hay cámaras en todo tipo de sitios, Max. - La voz de Lucca cambió. - ¿De qué intentas acusarme exactamente?- No os estoy acusando, Alteza. Pero el Rey de Alpemburg me ha pedido que desempeñe mi papel para garantizar la seg
Dejé caer los brazos a lo largo de mi cuerpo con incredulidad, observándole caminar sin mirar atrás. No pude evitar echar un rápido vistazo a sus nalgas redondas y bien protegidas bajo el pantalón negro y sentí un poco de envidia de la americana que rozaba la zona más bonita del cuerpo de Catriel.Me volví hacia Max y suspiré:- ¡Es gay!- Sí, lo es -confirmó.- ¿Te habías sorprendido haciéndolo desde que lo viste? Claro... - Le recordé invitando a Max a ver la seguridad del castillo y me reí, negando con la cabeza. - ¡Creo que le gustas, Max!- No creía que lo estuviera... Pero ahora, viendo el maquillaje de ojos... Y recordando la situación de él corriendo desnudo, acusado de tener una aventura con la duquesa...- Exacto, todo estaba planeado para desviar la atención de su sexualidad y que
Miré a Catriel toda embadurnada de pintura y di un paso atrás, tocando el lienzo, que parpadeó y cayó sobre el segundo, que intentaba sujetar, tirando tres al suelo.Me mordí el labio nerviosamente, mirando en su dirección:- ¡Lo siento!Se acercó al daño que había hecho y me di cuenta de que el zumo que sostenía también había caído sobre su obra.- Lo siento, Alteza. - Me agaché e intenté recogerlo, pero él me detuvo poniendo el pie sobre la tela y ofreciéndome la mano para que me levantara.Acepté su mano, levantándome sin darme cuenta de que el extremo de la bata de seda estaba bajo el pie de Catriel.Ahora sólo llevaba una camisola corta y transparente de encaje, con la bata en el suelo y las manos completamente sucias de la pintura que también estaba en las suyas.Miraba mis dedo
Por supuesto, Catriel confirmaría que estaba teniendo un romance con la duquesa, después de todo, era gay y no tenía el coraje de salir del closet. Así que hizo todo lo posible para demostrar su masculinidad. Esto era típico de los hombres cobardes que no tenían el valor de salir del armario y mostrar al mundo quiénes eran en realidad. El príncipe temía ser juzgado, al fin y al cabo era una persona pública. Aún no sabía prácticamente nada de los Levi Mallet, pero no podía imaginarme al rey Colton o a la reina Nair en contra de la opción sexual de su hijo mayor. Pero podía estar equivocada.Catriel era muy talentoso en sus pinturas. Eso era un hecho y no podía discutirse. ¿Sabía la población del País del Mar que el príncipe heredero era un pintor prometedor? Si las pinturas de las paredes del corredor eran suyas, entonces ese
Odette y yo nos dirigíamos hacia el coche para acompañar al príncipe menor cuando me topé con Max en el primer piso.- ¿Adónde vais? - me preguntó.- Odette y yo vamos a ver el tren de Lucca.- ¿Con el caballo?- Sí, con el caballo Sucker. - No pude evitar reírme.- ¿Nos acompañará, señor seguridad? - preguntó Odette irónicamente.- La verdad es que no. El jefe de la guardia nacional me ha invitado a visitar la armería del País de Mar. Es imposible negarse.suspiré:- Tú y tu encaprichamiento con las armas.- Es inevitable, Alteza. - Sonrió. - Y en gran parte es culpa tuya.- ¿Culpa mía?- ¿Quién prácticamente me obligó a hacer un curso para ser el guardia de seguridad privado de la futura reina?Sonreí
Al darme cuenta de que Odette caminaba más rápido, me apresuré. Cuando me acerqué, ella echó a correr. Yo hice lo mismo y corrí tras ella.Lucca, que parecía haberse dado cuenta de que algo no iba bien entre nosotras dos, vino hacia nosotras, todavía cabalgando. Pero iba demasiado rápido. Odette se asustó y acabó cayéndose.Las dos la alcanzamos al mismo tiempo. Lucca ya había desmontado y saltó fácilmente la valla. Me agaché, preocupada, al ver la cara de dolor de mi amiga:- Odette, ¿qué sientes?- Me duele mucho el pie", admitió.Fui a ayudarla a levantarse, pero no podía. Lucca le quitó el zapato y el calcetín y los analizó:- No creo que esté roto, Odette. Pero es visible que está herida. Necesitamos que lo vea un médico.- Joder, ¡ha sido culpa
- ¿En su caballo? - No lo tenía claro.- En mi yegua -me corrigió, ofreciéndome la mano.Miré al animal y lo toqué por detrás de donde estaba la celda, sintiendo el suave pelaje.- ¿Qué te parece, Tormenta? ¿Te sobrecargo? - Le toqué el cuello.- No habla.- Pero es un ser vivo.- Un animal.- Aún así... Seríamos dos personas encima de ella.- Ella podría llevar un carro si estuviéramos en la antigüedad.- Pero no lo estamos. Estos son tiempos modernos.- La fuerza de los animales no ha cambiado.- ¿Qué opinas, Tormenta? - Insistí.- ¡No habla, carajo! O subes o caminas.Miré hacia delante y vi el perfecto camino de baldosas, que casi no tenía fin. Tal vez no lo soportaría y moriría antes de llegar al castillo, de insolación o incluso de deshidratación.- Ya que insistes, iré contigo.- No insisto.- Claro que insiste. - objeté, cogiéndole la mano, que ya no estaba extendida hacia mí.La cuestión es que teníamos las manos juntas, pero no tenía ni idea de que cogerle la mano me ayudarí