Mal contento

Miré a Catriel toda embadurnada de pintura y di un paso atrás, tocando el lienzo, que parpadeó y cayó sobre el segundo, que intentaba sujetar, tirando tres al suelo.

Me mordí el labio nerviosamente, mirando en su dirección:

- ¡Lo siento!

Se acercó al daño que había hecho y me di cuenta de que el zumo que sostenía también había caído sobre su obra.

- Lo siento, Alteza. - Me agaché e intenté recogerlo, pero él me detuvo poniendo el pie sobre la tela y ofreciéndome la mano para que me levantara.

Acepté su mano, levantándome sin darme cuenta de que el extremo de la bata de seda estaba bajo el pie de Catriel.

Ahora sólo llevaba una camisola corta y transparente de encaje, con la bata en el suelo y las manos completamente sucias de la pintura que también estaba en las suyas.

Miraba mis dedo

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