Nada más poner un pie en la capilla, jadeante, con las piernas temblorosas y un nudo en la garganta, uno de mis zapatos se me cayó de la mano, haciendo ruido en el suelo, atrayendo la atención de todos, que se volvieron en nuestra dirección.En ese momento, fue como si el pasillo de la capilla condujera directamente a él. Y no había nada más que nosotros dos y la distancia que nos separaba. Dejé que mi otra mano descansara a lo largo de mi cuerpo mientras gotas de sudor se formaban en mi frente y otras corrían por mi espalda. Una camisa y unos pantalones bien cortados nunca me habían parecido tan incómodos.Los ojos de Catriel estaban enrojecidos. Y aunque no podía prestar atención a nada más que a él, estaba claro que no había mucha gente allí.No sabía cómo actuar en ese momento, ya que todos esperaban una reacción de mi parte. Podía sentir y oír los latidos de mi corazón y temía que todos se dieran cuenta de lo tensa que estaba.Mi príncipe se levantó de la silla junto a su madre y
No estoy seguro de cuánto tiempo estuvimos allí de pie, mirando a la nada, esperando no sé qué...Lo único que sé es que en ningún momento solté la mano del príncipe heredero del País del Mar, deseando que encontrara en mí todo lo que necesitaba para aliviar su dolor.Unos guardias entraron por la puerta principal, ataviados con lo que imaginé un atuendo de gala, con los colores de la bandera del País del Mar en sus telas: el azul celeste predominando sobre los detalles dorados de los gemelos y pasamanería. Seguidos por ellos, acercándose hacia donde nos encontrábamos, todos ya de pie, los siguientes lucían el dorado que prevalecía sobre el azul desteñido. Con las manos en alto, portaban la gigantesca bandera del país, izada por ocho hombres a cada lado.Los guardias de azul se hicieron a un lado, abriendo un pasillo por el que pasó la reina, seguida por Catriel y Lucca, que estaban uno al lado del otro. Vi la mano de Catriel detrás de su cuerpo mientras me hacía señas para que la sig
A medida que pasaba el tiempo, las personas presentes en la ceremonia fúnebre del rey Colton fueron a despedirse de la reina y de los príncipes. Entre ellos, por supuesto, estaban el duque y la duquesa Cappel.- Majestad, cualquier cosa que necesite, no dude en ponerse en contacto con nosotros. - mencionó el duque Giancarlo.Su barba se había alargado, al igual que su cabello oscuro, que le llegaba casi a la altura de los hombros. La duquesa Anna Julia, por su parte, se había cortado un poco el pelo.- ¡Gracias, Giancarlo! - le agradeció la Reina.La duquesa besó la mejilla de la reina, tomando su mano entre las suyas:- ¡Que Dios conforte vuestros corazones, Majestad!También se despidió de Lucca y al llegar a Catriel, me miró antes de dirigirse a él:- Si me necesitáis, "Alteza" -usó "Alteza" de forma libertina-, estoy a vuestra disposición. - Su voz sonó melancólica.- No me necesitará. - le aseguré con seriedad.Su sonrisa era sarcástica, al igual que su mirada, que me analizaba d
- ¿Adónde quieres ir exactamente ahora? - Catriel me miró mientras caminábamos sin prisa por el camino empedrado, adentrándonos en el sendero boscoso, ensombrecido por las copas de los árboles.- ¿Hay alguna playa por aquí? ¿O todo el mar que rodea la isla no es apto y es peligroso?- Hay una pequeña playa más adelante. Aunque tiene una franja de arena, es un poco peligrosa.- Sólo me gustaría mirar el mar... Sentado a tu lado. Sé que estás cansado... Pero creo que todavía tenemos mucho que decirnos.Catriel sonrió y tomó mi mano, entrelazando nuestros dedos. Empezamos a juntar demasiado nuestras manos, mirándolas mientras nos reíamos.- Sabes, cuando me enteré de la noticia de la muerte de mi padre, pensé que nunca más volvería a sonreír. Hasta que apareciste en la capilla. Y lo primero que hiciste fue sacarme una sonrisa.- Me gusta tu sonrisa. - Confesé.- Creo que me lo has dicho varias veces... O mejor dicho, dos veces, para ser más precisos.- ¿Recuerdas cuántas veces te lo dije
- ¿Somos nosotros? - pregunté, con el corazón acelerado por la emoción.- "Sí", confirmó él, acercándose y colocándose detrás de mí, su mano encontrando la mía en el cuadro.- É... ¡Precioso!- Lo hice antes de que te fueras del País del Mar.- ¿Y pensabas enseñármelo algún día? - Volví la cara hacia él, con las manos aún sobre el cuadro.- No estoy segura. - Sonrió con los labios cerrados, sin mostrar los dientes.Catriel tenía muchas sonrisas, pero me pregunté si esa no era la más hermosa que había recibido.- ¿Y si no nos hubiéramos juntado? ¿Si me hubiera comprometido con Lucca?- Te dije que no te quedarías con mi hermano. Recuerdo habértelo dicho en el hotel de Avalon. No creo que me creyeras.- Desde luego que no. - Sonreí.Catriel me levantó y me llevó hasta la cama, colocándome con cuidado sobre ella. Antes de darme cuenta, estaba encima de mí, abrazándome con fuerza, mientras yo sentía el peso de todo su cuerpo, deseando que no se fuera nunca.- ¡Te quiero, Aimê! Y no quiero
- Es el abuelo Colton, que acaba de llegar. - Sonreí y saludé y ella hizo lo mismo - Ahora solo hay una cosa mala.... - Puse cara triste - Cuando quieras hablar con el abuelo, tendrás que acercarte a la ventana... O a cualquier sitio, siempre que sea de noche. Y así es como lo verás, brillando junto a mamá Ariel. Por desgracia, una vez que te conviertes en estrella, no puedes abandonar el cielo.Siena se puso seria y me miró. Me señaló a mí y luego al cielo.- ¿Quieres saber si me convertiré en una estrellita?Ella asintió. Respiré hondo antes de contestar:- Estuve a punto de ir al cielo. Realmente querían que brillara allí. Pero yo no quería ir... Porque sabía que tenía muchas cosas que hacer aquí. Una de las cuales era conocer a una preciosa niña de pelo liso y ojos muy abiertos y la sonrisa más bonita y sincera que he visto en mi vida. Así que... ¡Me dejaron quedarme! - Me encogí de hombros, torpemente.Señalaba a Catriel y luego al cielo, preguntándose si también se convertiría e
No pregunté dónde dormiría. Simplemente entré en su habitación. Toqué la taza de té y me molesté:- Estaba fría.Catriel se tiró en la cama, tal como estaba.- ¿Podría... ¿Usar tu baño? Necesito una ducha.Levantó la cabeza:- Puedes usar lo que quieras. Todo en este lugar es tan mío como tuyo.- Incluido... ¿El dormitorio? - Sonreí.- El nuestro. - se rió.- Yo también necesito ropa. Mis maletas se quedaron en algún sitio... Entre el barco y la capilla. - Intenté recordar dónde las había dejado. Lo único que sabía con certeza era que las había puesto en el barco.- Ve a la ducha y te traeré algo para ponerte. Y les pediré que busquen tus maletas.Fui hacia el baño y oí su voz:- Si fuera en otro momento, me ducharía contigo. Pero tengo que confesarte que, aunque te deseo tanto, siento un dolor horrible en el pecho, como si me hubieran arrancado un trozo de mí.Me di la vuelta y volví junto a él, sentándome en la cama y mirándolo fijamente:- Gato, me encantó tener sexo contigo. Y sí,
- Esto no es un sueño. - Dije con seriedad.En cuanto nuestros rostros se acercaron, oímos un suave golpe en la puerta, que nos apartó. Catriel sacudió la cabeza con disgusto y fue a atender.- ¿Luca?Lucca entró en la habitación, seguida por Odette. Catriel me escondió detrás de su propio cuerpo, no quería que su hermano me viera sólo en toalla.- Tenemos que ir a la sala de reuniones. La policía está aquí y quiere hablar con nosotros. - Anunció el príncipe más joven.- ¿La policía? ¿Por qué motivo? - Catriel estaba sorprendido y al mismo tiempo curioso.- No tengo la menor idea. Pero tampoco estoy dispuesto a esperar demasiado para averiguarlo.- Vamos para allá. Espera a que Aimê y yo nos hayamos cambiado de ropa.- ¿De acuerdo?" Miré a Odette desde detrás del cuerpo de Catriel.- "I... No estoy segura.- ¿No? -arrugué la frente.- "Tienes que mirar tu teléfono. Y las noticias del día.Sentí un escalofrío recorrerme la espalda.- "Nos vemos en quince minutos", advirtió Lucca.Apena