Ya era de noche y el barrio estaba tan tranquilo que se oían maullar los gatos callejeros.

Estaba sola en la cama, con la delgada colcha entre las piernas, rozando y apretando.

Pero el calor en mi cuerpo seguía siendo insoportable, y la colcha claramente no era suficiente para satisfacer mis necesidades.

No pude reprimir algunos gemidos y finalmente decidí sacar de la mesilla de noche el juguetito que acababa de comprar.

A pesar de que no había nadie en casa, me ruboricé un poco en cuanto abrí el paquete.

Tras dudarlo un momento, seguí el tutorial del paquete y accioné el interruptor.

Un zumbido empezó a sonar y seguido inmediatamente por el sonido de mi respiración acelerada.

Las críticas favorables sobre estos juguetes en una de las tiendas no mentían, como lo demostraba mi cuerpo rápidamente satisfecha y la cara sonrojada.

Después de cinco meses, volví a sentir el placer más primario en mi cuerpo.

Mientras yacía paralizada en la cama sintiendo el paso de mi orgasmo, no pude evitar pensar en mi último polvo real.

Fue hace cuatro meses, después de que mi marido se emborrachara en una cena.

Para entonces habíamos empezado a discutir mucho y hacía tiempo que dormíamos separados.

Pero aquella noche parecía haberme confundido con otra persona y se mostró extraordinariamente cariñoso conmigo, y yo estaba tan decidida a hacer las paces con él que no tomé ninguna precaución.

Y por aquella vez me quedé embarazada.

Me llamo Nieves Barranco, me casé con mi marido Marcos Ferrero en una cita a ciegas hace un año y el matrimonio fue dulce durante solo dos meses.

Pensé que el embarazo era una señal de que nuestras peleas terminarían, no esperaba que fuera el fin de nuestro matrimonio.

Después de quedarme embarazada, Marcos dejó de convivir conmigo y me dejó claro que quería abortar el bebé y que se divorciaría de mí.

Sabía que me engañaba con otra, pero no esperaba que fuera tan despiadado, pues quería abandonar a su mujer y a su hijo en su matrimonio solo por la zorra de fuera.

No era de rogarle para que cambiara de idea, así que acepté el divorcio pero no abortar al bebé.

Por suerte, era ejecutiva en una empresa y había ahorrado mucho, así que cuando me quedé embarazada, simplemente dejé mi trabajo y me quedé en casa para dedicarme a mi bebé.

Sin embargo, algo me sorprendió, yo solía vivir perfectamente sin sexo, pero me había vuelto muy sensible después del embarazo. Mi cuerpo anhelaba cada día más las caricias de un hombre.

Me daba demasiada vergüenza consultar a un médico y solo podía calmar un poco los antojos cuando estaba sola en casa.

El bebé estaba más estable a mitad del embarazo y yo no tenía miedo de lo que pudiera salir mal, y me recompensaba comprando juguetitos en Internet.

Antes de usarlo, no sabía lo bien que funcionaba este artilugio, y ahora, en secreto estaba deseando comprar unos cuantos más de diferentes estilos.

Acababa de abrir el celular y me disponía a buscar el pedido cuando oí un sonido repentino procedente del salón.

Desde que Marcos se mudó, llevaba tanto tiempo viviendo sola que era imposible que alguien viniera a casa.

Al instante me puse nerviosa, ¿había vuelto Marcos? Era el único que aún tenía las llaves de la casa.

Al pensar en esta posibilidad, escondí apresuradamente los pequeños juguetes en mi cama.

—¿Quién es? ¿Marcos?

Acababa de gritar cuando el sonido en el salón se detuvo.

Si no era Marcos, ¿entonces quién podía ser?

Mi corazón latía como un tambor y cautelosamente me levanté de la cama dispuesta a comprobarlo.

Acostumbrada a dormir con las luces apagadas, en este momento no había luz en el hogar, y solo podía ver la sala de estar oscura al abrir la puerta del dormitorio.

Tanteé en la oscuridad, dispuesta a encender la luz, cuando de repente sentí una ráfaga de viento que me barría.

Antes de que pudiera gritar, una figura alta me apretó contra la pared detrás.