Los días habían pasado, Arya estaba cerca de su séptimo mes de embarazo y su vientre prominente seguía creciendo. Ayden había prometido que no volvería a saber de Cathy y así fue.Ya habían pasado tres días desde entonces y la promesa de que le daría paz fue cumplida. Arya no le había vuelto a ver desde aquel día. Sabía que llegaba noche, pero nada más, al despertar él ya no estaba y John era el encargado de llevarla al trabajo y traerla de vuelta.—¿Sabes algo de Ayden? —pregunta con un deje de preocupación a John.—Está trabajando, señorita —responde él sin ahondar más, pero al ver la cara de pena de la joven decide añadir—. Si lo necesita, solo llámele.Arya sonrió con timidez. «¿Necesitarlo?» pensó en ello. Realmente no es que lo necesitara, solo quería saber de él.—No te preocupes John, solo quería saber si estaba bien —responde mientras el chofer conduce—. Es todo.—Está bien, señorita. ¿Usted, cómo está? ¿Cómo se ha sentido? —pregunta él intentando distraerla.—Bien…Y hasta a
Siente cómo se eleva y un par de brazos desnudos llevan su peso. Por inercia cuelga sus brazos alrededor de aquel cuerpo semidesnudo. No tiene que abrir los ojos para saber quién es. Ayden siente lo ardiente de su piel desnuda rozando con la de él. Esto de cargarla se está volviendo más común de lo que le gustaría.La lleva hasta su habitación y la deja sobre la cama, toma la sábana y le cubre antes de siquiera detenerse por más tiempo notando su cuerpo.Su polla se agita al ver lo turgente de sus senos. Estos apenas caben ahora debajo del sostén que les cubre. Decide alejarse antes de siquiera pensar en algo más. Arya se abraza a la gran almohada que Ayden le ha comprado y se gira destapándose. La pequeña braga deja ver lo ancho de sus muslos. Él se da cuenta, pero cierra la puerta, debe irse.—¿Saben algo de Ayden? —pregunta ella a Sebas y Bea después de cuatro días sin saber nada de él.—No, señorita —responde Sebas cortante.—Si llegan a saber de él, díganle que su padre ha llamad
—Me alegra verte despierto —saluda Arya al verlo bajar las escaleras todo adormilado. —No jodas, Arya —responde cortante—. No estoy de humor para tus reclamos. La joven que se había mostrado preocupada por él de pronto cambia su buen humor, así que decide ignorarlo mientras termina de desayunar. —Gerard nos espera a las siete en su casa —informa ella, dejando su plato sucio en la lava trastes—. John pasará por nosotros a las seis treinta. —¿Cómo es que te avisó a ti y no a mí? —pregunta él con molestia y confusión. Mientras se sirve un cereal. —No deberías de beber leche entera, eres intolerante —aclara ella quitándole el bote frente a él del cual ella se sirvió antes y, en cambio, le puso su leche de almendras que suele consumir. Ayden, que no podía discutir por el dolor de cabeza, solo se limitó a verle—. Dijo que te estuvo marcando y mandaste a buzón. Más vale que le des un buen pretexto que incluya un viaje de negocios que le he inventado. Hasta la noche. —Adiós… —murmura es
Ayden alza los brazos y golpea la mesa poniéndose de pie, se inclina hacia él amenazándolo. Pero Mark ni se inmuta, al contrario, parece disfrutarlo. —Que sé la última vez que te diriges a ella como si tuvieras derecho de opinión. Lo que pase entre nosotros es cosa nuestra, no tuya. —¿Y si no qué? —amenaza Mark poniéndose de pie—. Intentarás golpearme como la última vez o solo le pedirás que me ignore como lo ha hecho estas semanas. —¿Eso te duele, ¿no? No tener toda la atención —contraataca Ayden. Ambos comienzan a caminar rodeando a Gerard quien yace tallándose la frente desesperado. Arya ve como el tono de los reclamos van en aumento e intenta pararlos. Camina hasta ellos y les pide que se calmen, pero estos le ignoran. —¡Tú que vas a saber de mujeres si es la primera que te conocemos! —declara Mark a gritos—. Por lo que sabemos, quizás hasta le estés pagando para que esté contigo —dice con desdén. Ayden, enfurecido por la intención del comentario, lo empuja. Mark intentando
Ayden se había marchado de nuevo. Después de aquel acercamiento, cualquiera creería que las cosas entre ellos iban a mejorar, pero no fue así. Él luchaba con sus demonios internos que le atormentaban. —Tocarla ha sido un error que no pienso volver a pasar —dice a su abogado Daniel—. Necesito que, de ahora en adelante, tomes tú las cartas en el asunto, en cuanto a las citas y todo eso. No quiero tener que volver a acercarme a ella. —¿No crees que exageras? —pregunta el abogado. —No solo eres mi abogado, te considero un amigo, pero el que me preguntes eso deja muy en claro que no te interesa mucho lo que sienta —le recrimina mordazmente. Daniel toma de nuevo un poco de whisky de su vaso, a veces no sabe cómo lidiar con su “amigo—cliente”.—Sabes que no me refiero a eso, supongo que te has de sentir horrible. Me dices que soy tu amigo, pero ni yo sé por qué no te puedes acercar a las mujeres —suelta recordando algo de una serie—. A veces pienso que eres como el personaje ese de la T
Arya hace cara de indignación ya qué no cree que eso sea posible. —¡Cuando uno hace las cosas de corazón no anda echando en cara! —remarca esas palabras con enojo—. Además, te agradecí ¿qué esperas?, ¿qué te pague?—¡Sí, págame todo lo que hice por ti! —exclama rompiendo en llanto—. Me quedé sin dinero, sin casa, y tengo que mantener a Alex. Tú ahora vives bien y te olvidaste de mí, de que éramos amigas. —¡Deja de ser tan hipócrita, Eleanor! —pide la doctora—. ¿A poco consideras que no me enteré de que fuiste tú quien le dijo a Jeff de mi condición?Eleanor deja de llorar casi por inercia y se encuentra sorprendida. —¡Claro, ahí lo tienes! Pones tu carita de mosquita muerta —dice Arya enojada—. No sé cómo pudiste caer tan bajo, ¿qué te iba a dar Jeff a cambio?, ¿dinero? Eleanor no responde por un momento, pues se halla expuesta. —¡Contesta, con un demonio! ¿Por qué lo hiciste? —inquiere Arya de nuevo. —¡Que te importa porque lo hice! ¡Eres una maldita perra desgraciada, Arya Har
Era un viernes soleado, el clima era perfecto para ir caminando a la clínica que no estaba muy lejos de ahí. Solo cinco manzanas.—Estás loca —difiere Ayden tomando su maletín—. No irás a pie.—Por favor, si me canso pido un taxi —insiste la joven embarazada—. No he podido ir a caminar a Central Park, oscurece muy temprano.Ayden se frota la frente con pesadez.—Te acompañaré, ya que llegues ¿vale? Te daré tu espacio o me quedaré sentado en una banca mientras caminas de un lado a otro —sugiere con la intención de que ella acceda.—Vale… —dice ella tomando su bolso también.Ambos bajan en el elevador, pero no se dicen más. Ayden ha cumplido su promesa de guardar distancia.Cuando llegan hay más personas de lo normal, todas vestidas con traje.—Buen día, señorita Harley —saluda John.—Buen día, John, ¿Quiénes son ellos? —le pregunta mejor a él que a Ayden.—Son tus guardaespaldas —advierte Ayden detrás
—Par de neandertales —susurra mientras prepara un botiquín de sutura.Y como se imaginaba, ambos hermanos son llevados a urgencias, pero ella por obvias razones atiende a Ayden.—Si prefieres, puedo pedirle a Mark que te suture —dice ella sonsacándolo. Ayden le mira enojado—. Digo, han demostrado ser unos perfectos y maduros hermanos.—No me tientes las bolas, Arya —gruñe cuando esta le pasa un hisopo con Isodine en la herida—. Mira, que me prometiste que no te acercarías a él y eso no es lo que vi en el comedor.—Ayden, Ayden —dicen entonado el nombre, como si de una canción se tratara—. Si no hubieras llegado con tus amenazas, gritos y bailes neandertales hubiera convencido a Mark de dejar a tus hombres. Pero no, tenías que llegar a echarme a perder el plan.Arya toma la aguja con el hilo y lo alista.—