El sendero hacia la cabaña de Elara serpenteaba entre los árboles, bañado por las últimas luces del atardecer. Richard y Valentina caminaban en silencio, sus manos unidas como un ancla en medio de la creciente incertidumbre. La llamada de Magaly resonaba en la mente de Valentina, tiñendo de inquietud la tranquilidad del bosque. "¿Qué querrá Gustavo de mí?", pensaba, sintiendo un escalofrío recorrer su espalda.Al llegar a un claro, la cabaña de Elara apareció como un refugio rústico, con una chimenea humeante que prometía calidez. La puerta se abrió antes de que pudieran llamar, revelando a Elara con una sonrisa amable pero interrogativa. Sus ojos se posaron en sus manos entrelazadas y luego en la expresión preocupada de sus rostros.Richard, Valentina, ¿qué sucede?, preguntó Elara, su voz denotando una ligera alarma. Richard tomó la iniciativa, explicándole la advertencia de Magaly y su temor por la seguridad de Valentina. Le contaron sobre las preguntas de Gustavo por el pasado de
Javier siguió a su madre al jardín, observándola mientras cortaba con delicadeza las coloridas flores. El aire estaba impregnado de su dulce fragancia.—Madre, ¿estás ocupada? —preguntó con suavidad, acercándose a ella.Su madre se giró, ofreciéndole una cálida sonrisa. —No, hijo. Ven, ayúdame a recoger estas rosas. Sabes, en estos días me he acordado de una canción que te cantaba cuando eras pequeño. Aquella que hablaba de un amor que no pudo ser...Javier sintió una punzada en el pecho al escuchar sus palabras. Era la oportunidad que esperaba. —Ah, ¿sí? ¿Cuál era, madre? Recuerdo vagamente algunas melodías...Su madre suspiró, con la mirada perdida entre los pétalos de una rosa carmesí. —Ay, hijo... ya eso es hace mucho, mucho tiempo. Un recuerdo lejano, lleno de... nostalgia. Un amor joven, truncado por las circunstancias... por la incomprensión de otros.Su madre tomó una profunda bocanada de aire, como si el aroma de las rosas la devolviera al presente. Sus ojos brillaron con una
Las palabras de Javier resonaron en el silencio de la terraza, abriendo las compuertas de recuerdos que su madre había mantenido cerradas durante décadas. La noticia de la muerte de Fernando, sumada a la revelación de la manipulación de su esposo, la transportó de repente a aquellos años de juventud y amor truncado.En su mente, la imagen de Fernando se hizo más nítida: su sonrisa cálida, sus ojos llenos de promesas, el sonido de su voz cantando aquella melodía que ahora cobraba un nuevo significado. Recordó los paseos por el jardín bajo la luz de la luna, las cartas secretas llenas de juramentos de amor eterno, los sueños compartidos de un futuro juntos.Cada reproche silencioso que le había dirigido a Fernando durante todos estos años se convertía ahora en un puñal clavado en mi propio corazón. Había vivido una mentira, y esa mentira había moldeado mi vida y la de mi hijo de una manera irreversible.—Dios mío... —susurró con la voz quebrada, llevando sus manos al rostro—. Todo este
En el salón, la madre de Javier esperaba, sentada en un sillón junto a la ventana. Al verlos entrar, se levantó lentamente, su rostro mostrando una mezcla de curiosidad y una profunda incertidumbre.—Madre —dijo Javier con voz suave pero firme—, quiero presentarte a alguien muy especial. Él es... él es Richard. El hijo de Fernando.Los ojos de la madre de Javier se posaron en Richard, escrutándolo de arriba abajo. Por un instante, su rostro permaneció inexpresivo, como si estuviera tratando de descifrar un enigma. Luego, una leve sorpresa comenzó a dibujarse en sus facciones, seguida de una punzada de algo que se parecía al reconocimiento.—Richard... —susurró su nombre, como si probara su sabor en su boca. Sus ojos se llenaron de lágrimas mientras extendía una mano temblorosa hacia él. Su mirada se detuvo en los ojos de Richard, buscando algo familiar, algo que confirmara las palabras de su hijo. Richard, por su parte, la observaba con el corazón latiéndole con fuerza, sintiendo una
El silencio en el comedor era ahora opresivo, cargado de incredulidad y una creciente sensación de terror. La alegría de hacía unos momentos se había desvanecido por completo, reemplazada por la sombra de una verdad mucho más siniestra de lo que jamás hubieran imaginado.Elena tomó una respiración profunda y miró directamente a la madre de Javier. —Señora, su padre quería la muerte de su hijo... no murió cuando nació como se creía. Elena tomó una respiración profunda y miró directamente a la madre de Javier. —Señora, la muerte de Fernando... no fue un simple accidente como se pensaba. Yo... escuché algo. Una conversación... entre su padre y alguien más. Hablaban de... asegurarse de que no pudiera contarle la verdad a usted sobre... sobre muchas cosas.—¿Soraida protegió a su hijo de su padre...? —Repitió la madre de Javier con su mente luchando por asimilar la nueva información. Sus ojos se nublaron, tratando de enfocar recuerdos que parecían escurrirse entre sus dedos—. Soraida...
La pregunta de Richard resonó en el comedor, sembrando nuevas interrogantes en la mente de todos.—¿Quién más podría saber dónde está ahora? —murmuró Javier, pensativo—. Si mi padre no lo encontró en el lugar donde Soraida lo escondió... ¿dónde podría estar?Valentina se llevó una mano a la barbilla, reflexionando. —¿Alguien más sabía de la existencia del cofre? ¿Alguna amiga cercana de mi madre? ¿Algún familiar? Ella debió haber confiado en alguien lo suficiente como para contarle un secreto tan importante.Elena negó con la cabeza. —Soraida era muy reservada. No tenía muchas amigas cercanas aquí. Y de su familia... no hablaba mucho. Sé que tenía una hermana, pero creo que vivía lejos. No creo que se lo hubiera contado a ella, por el peligro que corría.La madre de Javier, con la mirada perdida en sus recuerdos, intervino lentamente. —Quizás... Quizás alguien más cercano a Soraida lo sabía. Ella era una joven dulce, pero también muy reservada sobre sus asuntos personales.Javier susp
—Sí... creo que era como un metal —dijo Elena, con el rostro arrugado por el esfuerzo de recordar—. No estoy segura del color, pero tenía un brillo tenue, como si fuera viejo o estuviera un poco desgastado. Era pequeño, lo recuerdo bien, cabía perfectamente en la palma de la mano de Soraida. Valentina suspiró, la nueva información generaba más preguntas que respuestas. —¿Un objeto de metal con símbolos? Tenemos que encontrarlo... pero ¿dónde podrá estar? Si Fernando lo tenía cuando Soraida se lo entregó... ¿lo conservó? ¿Lo perdió? ¿Se lo llevó con él cuando se fue? La idea de buscar algo tan pequeño en toda esta propiedad o incluso fuera de ella era abrumadora.Javier asintió, pasando una mano por su rostro con cansancio. —Sí, es cierto. Demasiada información para asimilar de golpe. Y la llegada de mi padre mañana... creo que necesitamos un respiro para ordenar nuestras ideas y planear bien cómo vamos a seguir. Mañana continuaremos con la búsqueda. Será mejor descansar y empezar con
La revelación de Anselmo había sembrado un silencio denso y cargado de preguntas en la cabaña de Elara. Valentina fue la primera en romper el silencio. —¿Por qué nunca nos contaste esto antes, Anselmo? Esta información... cambia todo. Explica muchas cosas, el interés del abuelo de Javier en el cofre, quizás incluso por qué mi madre... por qué Soraida nos protegió de él.Anselmo suspiró, pasando una mano temblorosa por su rostro arrugado. —Era un dolor muy profundo, Valentina. Una herida que nunca cicatrizó por completo. Ver cómo ese hombre prosperaba con lo que me había robado, sabiendo que Esmeralda y su hija quizás sufrieron por su ambición... era algo que prefería mantener enterrado. No quería revivir ese rencor. Pero al escuchar hablar del cofre, sentí que era mi deber contarles la verdad, aunque fuera dolorosa.Richard asintió lentamente, procesando la información. La figura del abuelo de Javier se volvía cada vez más oscura y compleja. Un hombre capaz de robar los sueños de su