Charlie entró en la habitación y, en el momento en que vio la gran sonrisa en el rostro de Julien, supo que algo le debe haber pasado a Harrison, por lo que preguntó: “Oh, ¿por qué estás tan feliz? ¿Es por tu papá?”.

“¿Q-Qué?”, tartamudeó Julien. “¿M-Me veo feliz?”.

Al señalar sus labios mientras asentía, Charlie bromeó: “Estás sonriendo literalmente de oreja a oreja y parece imposible deshacer esa sonrisa”.

Julien se frotó apresuradamente las comisuras de la boca y murmuró: “No pude evitarlo…”.

Luego, resistió una sonrisa, fingió una mueca triste y dijo: “Recibí noticias de la familia. M-Mi padre tuvo un derrame cerebral”.

Charlie asintió calmadamente, sin mostrar sorpresa. Harrison tenía ochenta años, después de todo. Su edad dorada combinada con la devastación de la pérdida de la Torre del Tesoro de Cuatro Lados que tanto atesoraba definitivamente había sido un gran golpe para su cuerpo y alma. Debería contar sus bendiciones de no haber muerto de inmediato.

El equipo médico de