Antes de que el subordinado pudiera expresar su descontento, el magnate africano le advirtió de inmediato: “¡No digas tonterías!”.

Ante eso, el subordinado sabiamente guardó silencio.

Después de eso, el magnate africano caminó lentamente al escenario paso a paso, temblando todo el camino, apoyado por su subordinado y un soldado.

Había más de cuatrocientas personas que lo veían tambalearse hasta llegar al escenario. El suspenso era atormentador. Un hombre sano podría llegar fácilmente al escenario en treinta segundos, pero el magnate africano tardó de siete a ocho minutos en recorrer una distancia tan corta.

Cuando finalmente llegó al escenario, estaba todo tembloroso.

Travis se volvió loco ante el absurdo precio. Apretó los dientes con insatisfacción al ver al magnate africano moverse con una lentitud insoportable.

Maldijo: “¡M*ldita sea! ¡Este b*stardo está temblando tanto en el escenario! ¡Me estoy mareando con solo mirarlo!”.

En primer lugar, Travis nunca era un hombre ta