Capítulo 43
—Ve a descansar —dijo Dolores con cariño.

Cuando Valentina salió, Mateo se acercó a la cama.

—¿A qué vuelves? ¡Fuera de aquí! —le espetó Dolores.

—Abuela, lo siento, me equivoqué —se disculpó Mateo con sinceridad.

—No necesito tus disculpas. ¡Se las debes a Valentina!

—Es cierto, joven señor —intervino Fausto—. Usted se fue corriendo con Luciana mientras la señora cuidaba de Dolores desmayada. Parece que Valentina es más familia que usted.

Mateo suspiró.

—¡Y la empujaste contra el escritorio! Que no se quejara no significa que no le doliera.

—¡Joven señor, debe tener conciencia! ¡No puede maltratar así a su esposa!

Dolores y Fausto lo reprendían sin cesar.

—Abuela, ya que estás mejor, me retiro a mi habitación —dijo Mateo, mirando hacia donde había desaparecido Valentina.

Cuando se fue, Dolores suspiró:

—¿Cómo puede Mateo estar tan ciego por Luciana? Valentina es una chica maravillosa.

—Señora, mientras dormía llamaba al joven señor. Valentina lo escuchó y fue al hospital a traerlo de
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