Cuando Emily había regresado, Aryan seguía descansando en el aula.

Sally había conseguido de alguna manera su mano en un frasco de pomada, y ella estaba masajeando sus dedos suavemente.

«¿Estás nervioso?» preguntó Emily mientras olfateaba el aroma especial que desprendía la pomada. Se sintió refrescada por el olor.

«Un poco». Aryan respondió con sinceridad.

No tenía miedo de no completar el dibujo. Sólo temía no poder dar lo mejor de sí mismo y dibujar todo lo que pudiera para Rufus.

Si no era capaz de esbozar muchos trazos en el bloc de dibujo, era muy probable que la parte de Rufus quedara incompleta.

«No tienes que preocuparte tanto. Te pondrás bien». Emily le acarició los hombros.

Sally tenía la capacidad olfativa de un perro. Gritó: «¡Emily, acabas de tomar vapor!».

«Sí.»

«¡Qué mala eres! ¿Por qué no nos invitaste a ir contigo?» No era fácil engordar si uno comía siempre solo. ¡No me extraña que pudiera mantener su esbelta figura!

«Os llevaré la próxima vez». Ella ya estaba llena