Capitulo 20

Debo admitirlo, porque es algo que mas allá de mi situación me traía alegría, era ver a aquella muchacha que trasmitía una aura tan apacible que sencillamente sentía que su presencia era más efectiva para alejar mis demonios que el propio aceite del muchacho cuando lo ponía en mi frente como una protección irrefutable al control del enteLa muchacha solo se quedaba cerca de mí, observando con un repelús poco disimulado mi brazo manchado, que de un momento a otro comenzó a darme un escozor que, aunque no era muy fuerte, su persistencia era en cierto modo desesperante.

De repente, el muchacho entro al cuarto con un enorme libro, casi tan grande como una mesa y lo puso bruscamente en la cama, abierto en una parte con un dibujo de unos gemelos y una información a sus costados

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