—No te vayas... —susurró con desesperación, mientras la sangre de Ibrahim manchaba su ropa y la suya.Pero lo único que recibió a cambio fue un último aliento, uno que terminó con un susurro de amor en sus labios, que apenas ella alcanzó a escuchar. "Te amo..."Y entonces, Ibrahim Arden se desvaneció en sus brazos.El cuerpo de Ibrahim estaba en sus brazos, su vida desvaneciéndose en un mar de sangre. El suelo bajo ellos parecía arder, y el mundo, en ese instante, se redujo a un infierno personal de Sonya. Sus ojos buscaban desesperadamente algún indicio de vida en Ibrahim, pero él ya no respondía, su rostro pálido y su respiración quebrada.Un desgarrador grito salió de sus labios, uno tan lleno de dolor que resonó en cada rincón de la plaza. Era un grito visceral, un lamento que rasgó su alma, un eco de desesperación que nació de un amor roto y una pérdida irreversible.—¡NOOOOOOO! —gritó, su voz temblando, quebrándose con cada palabra. Su cuerpo se encorvó mientras abrazaba a Ibrah
En un territorio gobernado por el miedo y la traición, los Arden eran conocidos como una familia poderosa y desafiante, siempre al margen de las reglas que regían en el reino. Su lealtad no estaba con el rey, y eso los convertía en los enemigos de toda la nación.—¿De verdad eres la hija de los Arden? —repitió Hassan, todavía evaluando la situación, pero ahora con una nueva perspectiva. Su tono era más grave, más calculador. Sabía lo que esto significaba.—Sí. Soy Celeste Arden. ¿Qué? ¿Ahora también soy una enemiga de su clan? —respondió, su tono mordaz. La rabia y el dolor la consumían por dentro, pero no iba a ceder ante ellos, no ahora.Hassan la observó en silencio, reflexionando. Los Arden eran conocidos por su odio hacia Salim y por sus traiciones al reino. De alguna manera, esa joven, que se presentaba tan valiente y desafiante, había heredado la sangre de su familia, y eso la convertía en una pieza peligrosa, un objetivo en el tablero del juego del poder.—No eres solo la hija
Su hermano, Ibrahim Arden, muerto. Su padre, capturado y sometido a la más cruel de las torturas, ser testigo de la ejecución de su propio hijo.Un rugido de dolor escapó de su garganta.Celeste cayó de rodillas sobre la arena ardiente, sintiendo cómo el mundo se desmoronaba a su alrededor. Sus manos se aferraron al suelo, los dedos clavándose en la arena como si intentara encontrar algo sólido entre tanta devastación.—¡NOOOO! —Su grito rasgó la quietud del desierto, un alarido de angustia que se elevó hasta el cielo estrellado.Las lágrimas ardían en sus mejillas, pero ella no las sintió. Solo podía imaginar el horror que había vivido su padre, la impotencia, el dolor desgarrador de ver a su hijo caer sin poder hacer nada.Hassan la miró con pesar, pero no dijo nada. Sabía que no existían palabras capaces de consolar un sufrimiento como ese.Los forajidos observaban en silencio, algunos desviaban la mirada, otros apretaban los puños. Celeste Arden no era solo la hija de su benefacto
El silencio reinaba entre el grupo mientras asimilaban la estrategia propuesta por Tharek. Todos lo miraban fijamente, algunos con cejas arqueadas, otros con expresiones de incredulidad.Beltran fue el primero en hablar, cruzándose de brazos y soltando una risa sarcástica.—¿Tú? ¿Infiltrarte en la tienda de una mujer? —ladeó la cabeza, fingiendo analizarlo —No sabía que tenías un lado tan… delicado, Tharek.Joran chasqueó la lengua y negó con la cabeza.—Sí, claro. Porque si hay alguien en este grupo que inspira confianza para llevar a cabo una misión con sigilo y tacto, definitivamente es el hombre que hace que hasta los asesinos más crueles parezcan amables.Lucan, con su expresión seria de siempre, asintió lentamente.—Tharek no tiene sangre en sus venas. Lo reemplazó con veneno hace años.Darian, que hasta el momento solo observaba la escena con una sonrisa divertida, decidió aportar su opinión:—Si la idea es capturar a la mujer sin matarla de un infarto en el proceso, quizá debe
El miedo se apoderó de ella, pero, con la misma rapidez que la centinela atacaba, Celeste se levantó, sus ojos reflejando una determinación feroz."¡Debo irme!"En un instante, ella echó a correr hacia la salida de la tienda, pero justo cuando las centinelas intentaron interceptarla, Celeste logró esquivarlas, su cuerpo ágil como una gacela. Saltó, corrió, sin mirar atrás, hasta que el rugir del desierto y la oscuridad se la tragaron.Mientras tanto, Tharek y Darion luchaban con fiereza, pero las centinelas estaban demasiado entrenadas, demasiado en sincronía. La pelea se estaba tornando desesperada. Tharek sabía que si no lograban someterlas pronto, su misión fracasaría por completo.—¡La mujer! —gritó Tharek mientras empujaba a una de las centinelas hacia atrás.—¡Ya se ha ido!"¿Qué?"Darion señaló hacia la entrada de la tienda, su rostro reflejando la frustración."¡Ha escapado!"El tiempo pareció detenerse por un momento mientras Tharek miraba hacia la entrada vacía, sin poder ha
El miedo se apoderó de ella mientras sentía cómo la arena la cubría, la presión aumentando con cada segundo. Intentó mover los brazos, desesperada, pero la fuerza de la tierra era demasiado, y la idea de ser tragada viva por el desierto la paralizó.Sin embargo, justo cuando pensaba que todo estaba perdido, una cuerda pesada se lanzó hacia ella. Alexander, con su mirada fija y la respiración controlada, había llegado justo a tiempo. Su látigo, utilizado muchas veces en batallas, salió disparado con la precisión de un experto, rodeando la cintura de Celeste antes de que pudiera caer más profundamente en la arena.—¡Agárrate! —gritó Alexander, su voz clara y urgente.En un movimiento rápido, Alexander tiró de la cuerda, y Celeste, con el estómago retorcido por el miedo, sintió cómo la fuerza de la cuerda la sacaba de la trampa mortal del desierto. El látigo se tensó mientras la arena seguía cayendo alrededor de ellos, y con un último esfuerzo, Celeste fue levantada, su cuerpo sacado del
Se llevó una mano a la herida en su pierna, maldiciendo en voz baja mientras intentaba calmar el dolor que lo recorría.Celeste no respondió de inmediato. Su respiración era rápida, pero su mirada era fija y desafiante. En su corazón había una mezcla de emociones contradictorias: miedo, rabia, y una necesidad de demostrar que no iba a ser una víctima más, ni de él ni del desierto.—No confiaré en ti. No lo haré nunca. —dijo con voz temblorosa pero firme. Cada palabra era un desafío lanzado al hombre que ahora estaba herido, que no se esperaba esa traición de ella.Alexander la observó por un largo momento, la herida en su pierna sangrando lentamente. La furia en sus ojos se apagó un poco, reemplazada por una especie de reconocimiento. Sabía que ella tenía razón en desconfiar de él, y aunque la herida le doliera, sentía una extraña admiración por la mujer que había tenido el coraje de atacarlo, aún cuando estaba a su merced.Se quedó en silencio por un instante, antes de decir, con un
La misión había sido un éxito, pero algo dentro de él no podía sacudirse la sensación de que había algo más entre ellos, algo que no se podía borrar simplemente con una victoria. ¿Qué quedaba para ellos dos después de todo esto?El guerrero que había intervenido se inclinó ante Alexander, respetuoso pero también con la mirada fija en su líder.—La hemos capturado, mi señor. Ahora, ¿qué haremos con ella? —preguntó con voz baja, casi cautelosa.Alexander miró a Celeste, tirada en el suelo, y suspiró. No había una respuesta sencilla. No había victoria completa en esta guerra. Todo lo que quedaba era seguir adelante. Pero algo en el fondo de su corazón le decía que esta historia no iba a terminar de la manera en que él esperaba.El suave resplandor de las lámparas de aceite iluminaba tenuemente la habitación, proyectando sombras temblorosas en las paredes de piedra. Un aroma a incienso y especias flotaba en el aire, envolviendo el ambiente en un perfume embriagador que solo añadía a la se