Capítulo 104
Damián asintió con la cabeza mientras se desabrochaba el saco, caminando hacia el vestíbulo iluminado.

La villa seguía igual, pero la sentía fría.

Probablemente porque Aitana no estaba.

El sirviente, queriendo complacerlo, comentó casualmente mientras tomaba su saco: —¿Le preparo unos fideos, señor? He aprendido a hacer la salsa pesto como la señora.

Damián se detuvo: —¿La señora ha vuelto en estos dos meses?

El sirviente negó con la cabeza.

Damián sintió una punzada de decepción, pero no preguntó más y se dirigió directamente al estudio en el segundo piso.

Todo seguía igual.

Solo que sobre el escritorio pulido había una citación judicial, con fecha de audiencia para pasado mañana.

Los ventanales, limpios como espejos, reflejaban las luces y su abatimiento.

Aunque vestía un elegante traje hecho a medida y hasta la gomina de su cabello estaba perfectamente arreglada, todo en apariencia perfecto, su interior era un páramo desolado.

Damián tomó una caja de cigarrillos del escritorio, sacó
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