Caroline se adentró más en la oficina, cautelosa pero decidida. Los cajones y estantes daban un aire de elegancia y orden meticuloso, lo que la hizo preguntarse si encontraría lo que buscaba. Cada movimiento de sus pasos resonaba en la habitación, creando una atmósfera de intriga. Después de explorar minuciosamente esos cajones, vio que contenían horarios, tareas, guías, y otras cosas que no eran de su interés. Sus ojos verdes limón se posaron en un antiguo escritorio, adornado con glamurosos grabados. Sin vacilar, se acercó y abrió el cajón central, donde encontró una serie de pergaminos cuidadosamente enrollados y sellados con cera. Estos pergaminos se veían muy diferentes a los del mueble anterior, y llena de curiosidad, la mujer disfrazada de caballero Real se sentó en la silla tras ese elegante escritorio y abrió uno de esos lujosos pergaminos. Con sus manos temblorosas, lo desplegó y sus ojos se encontraron con los detalles más íntimos del harem real. La lista de nombre
El atardecer teñía el extenso cielo sobre la capital Gorianita con hermosos colores naranjas, amarillos y rosas. Una ciudad con calles de asfalto, farolas que comenzaban a iluminar los caminos, el sonido de los cascos de los caballos y las ruedas de los carruajes elegantes yendo y viniendo. Caroline, disfrazada, no dejaba de asombrarse. Habían pasado 5 años desde la vez que conoció esa capital. Había prosperado rápidamente, sin embargo, un sentimiento incómodo la invadió. Ella recordó cuando estuvo en esa capital, esa primera vez hace 5 años. En ese entonces, el Rey Jhonn Cuarto Wiztan, de solo 17 años, estaba celebrando su primer matrimonio con la princesa de Zarlen, Meridia Anderban. Caroline, que buscaba a Jhonn como un escape huyendo de Maita al darse cuenta de que su propio padre asesinó a su madre y que su tío era un criminal, terminó triplemente decepcionada al ver a ese chico que tanto amaba casándose con otra. Mientras la mujer disfrazada de caballero Real Goria
—¡Toma! —exclamó uno de los caballeros Reales dándole los equipajes a Caroline. —Pero… —susurró ella intentando hacer que su voz se escuchara más grave. —¡Pero nada!, debes ser uno de los nuevos ascendidos, nunca antes te había visto aquí, eres un desnutrido y enano. Cada vez eligen peor a los caballeros Reales~ —se burlaba ese caballero de rango "B" que dirigía a otros en el tema de servicio a la Reina Gorianita. Caroline que estaba frente al carruaje de carga viendo cómo bajaban el equipaje de Jazmín Rivertia que parecía no tener fin, no entendía porqué esa mujer volvía esa noche, si se dijo que el Rey Jhonn regresaría mañana, cuando también se celebraría una fiesta. En ese momento, uno de los mayordomos se acercó. El elegante hombre que vestía el uniforme de tonalidades oscuras, le habló a ese caballero comandante que le estaba dando órdenes a Caroline. —Comandante Sidfrid, haga que lleven el equipaje al palacio de la Reina en el sector del harem Real, los portones ya f
Durante todo el día siguiente, Caroline permaneció siendo vigilada estrictamente. Esto por motivo, de la organización de la fiesta de esa noche. Por supuesto, a dicha fiesta ella tenía prohibido llegar, pero esa prohibición no detendría a Caroline y su impulso de ver a ese Rey Gorianito. —Madame Susan, ¿puedo hacerle una pregunta? —Caroline nerviosa se acercó a la encargada del harem Real.Doña Susan estaba esa tarde en la mansión carmín, en el salón de enseñanzas, habiendo finalizado de darle sus lecciones de etiqueta Gorianita del día a esa amante del Rey. —Habla. ¿Qué es lo que quieres saber? —le preguntó madame Susan, viendo de reojo a Caroline. —¿No hay ninguna manera en la que yo pueda asistir a la fiesta de esta noche? —preguntó esa bella mujer rubia, descaradamente. —No. Después del tratamiento de belleza y que seas arreglada, serás llevada a la habitación que te mostré la primera vez —le explicó la mujer madura de cabello oscuro—. Se le llama el cuarto rojo y es la recám
Jazmín observó al Rey Jhonn, ella con el ceño fruncido y la mirada llena de reproche, le habló de inmediato: —Su majestad, ¿cómo puedes permitir semejante caso? Esa mujer no tiene lugar en nuestra corte, mucho menos en una celebración de esta importancia. Debe tomar una decisión al respecto y sacarla de aquí —se quejó Jazmín infantilmente. El Rey, aún sorprendido por el descaro y audacia de "Camil" al atreverse a llegar aún sabiendo que no sería bienvenida, se puso de pie y con un gesto autoritario, volvió a ver a su Reina. —Jazmín, entiendo tu preocupación. Pero esta es una cuestión que NO te incumbe —le dijo él cortante. Dichas esas palabras con frialdad por el gobernante Gorianito, él comenzó a bajar los escalones alejándose de su trono. Las miradas de todos se centraron de inmediato en el Rey, que sin hacer un gesto de atención con su mano, los músicos no se detuvieron y el vocero tampoco exclamó palabras algunas, significaba que él quería que todo siguieran con normalid
Jazmín se levantó del suelo, enfurecida por la insolencia de Camil. Antes de que pudiera responder, los guardias reales irrumpieron en el pasillo, seguidos de cerca por la madame Susan. La Reina, con la mirada feroz, señaló a esa amante Real. —¡Arresten a esta mujer! ¡Es una traidora y una amenaza para mí seguridad! —ordenó Jazmín con voz temblorosa por la ira. Los guardias rodearon a Camil, quien se mantuvo firme, desafiante. La madame Susan, con un gesto lleno de frialdad, asintió a la orden y dirigió una mirada de desaprobación a Caroline. —Llévensela de inmediato al calabozo. Que pase una noche encerrada por su atrevimiento y mañana será juzgada por el Rey —sentenció la madame Susan, encargada del harem Real. Con una mezcla de triunfo y rencor, Jazmín sonrió viendo cómo se llevaban a la amante del Rey. Caroline, en un acto de valentía desafiante, miró a Jazmín con ojos como dagas afiladas. —No podrás silenciarme, Jazmín ¡Tú empezaste todo esto! —advirtió Caroline, con
Caroline avanzó por los pasillos del imponente castillo con el corazón latiéndole desbocado en el pecho. Junto a ella la madame Susan, quien después de ayudarla a arreglarse para el encuentro con el Rey de Gorian, la acompañó hasta la habitación Real. Al acercarse a la puerta de la habitación del Rey, su mente se llenó de pensamientos abrumadores y negativos. La idea de enfrentarse a la imponente figura del Rey Jhonn, con su mirada azul penetrante y su temperamento impredecible, la llenaba de temor y ansiedad. "Es Jhonn…" "Sigue siendo Jhonn…" "Será solo Jhonn, todo… Todo estará bien…" Pensaba esa belleza Maitana, nerviosa. Finalmente, llegó frente a la puerta y, con sus manos temblorosas que se aferraban al abrigo largo de un rojo oscuro que llevaba puesto, ella vió al guardián principal frente a la puerta. Toc~toc~ El hombre de inmediato anunció la llegada de la amante, Camil. Un breve instante de silencio se apoderó del pasillo, solo interrumpido por el latido ac
Caroline tenía dificultad para seguir la intensidad del beso de ese Rey, un beso tan feroz como si quisiera grabarse hasta en su alma. Un sentimiento de celos la invadió. ¿Así besaba a todas sus anteriores mujeres? Esa pregunta cruzó fugaz por la mente de esa amante Real. Finalmente, él separó sus labios de los de ella. La belleza Maitana quedó aturdida sin reaccionar hasta unos segundos después, cuando él la jaló de sus piernas acercándola más a su cuerpo y separando más los muslos de Caroline. "Ay no… Tengo miedo…" Pensó ella con su corazón latiendo aceleradamente y su respiración agitada, aún en sus labios la sensación de los de ese Rey que aunque no profundizó el beso, se había dado gusto probando los de esa amante extranjera. Jhon acarició suavemente el rostro de "Camil", sus ojos brillaban con deseo, lujuria y pasión. Ella comenzó a temblar… Sus nerviosismo le estaba ganando el "juego". Se había dicho a sí misma que tenía que cautivar a ese Rey, que ten