La Deidad Omnisciente murmuró para sí mismo.

Entonces, abandonó el Monte Jade.

Mientras tanto, Cielo estaba sentada en posición de loto en una sencilla casa de madera en una enorme montaña desolada en Sol. Una poderosa energía emanaba de él.

Él estaba cultivando en un intento de llegar al noveno rango con todas sus fuerzas.

De repente, su cuerpo cayó al suelo y escupió una bocanada de sangre.

Fue levantándose poco a poco del suelo, se limpió la sangre de los labios y murmuró decepcionado: “Fallé de nuevo. ¿Por qué está pasando esto? Ya llegué a los límites de mi base de cultivo y no puedo mejorar más, así que, ¿por qué no puedo llegar al noveno rango todavía?”.

Cielo no podía entenderlo.

Tap, tap, tap.

Se escucharon pasos fuera de su puerta.

Cielo se puso de pie y salió de la casa.

Una persona esperaba fuera de la puerta.

Llevaba una máscara roja que cubría la mayor parte de su rostro, por lo que era difícil reconocerlo.

“Maestro”, saludó Cielo respetuosamente al ver a la p