En un área verde junto a una carretera en los suburbios de la capital...

Una persona con una máscara de aspecto horrible y un abrigo negro lanzo despreocupadamente a un anciano a un lado.

El anciano era Luca. Se desplomó pesadamente en el suelo. Mirando a Thea, que estaba de pie ante él, su arrugado rostro se oscureció.

“¿Quién eres tú? ¿Por qué me trajiste aquí?”.

Luca temía por su vida. Frente a la formidable Thea, no tenía ningún deseo de luchar contra ella. No sabía quién era la persona que tenía delante ni la razón por la que lo había traído aquí. Solo podía sentir cómo se le helaba la sangre mientras le recorrían escalofríos por la espalda.

Con la mirada fija en Luca, la sangre de Thea comenzó a estabilizarse. Sabía exactamente lo que estaba haciendo.

“Luca, solo tienes dos opciones: Morir o seguir mis órdenes”, habló Thea con voz ronca para confundir a Luca.

“Al menos déjame saber quién eres…”.

Sin embargo, antes de que pudiera terminar la frase, una espada helad