Se escuchó otra voz.

Entonces se acercó un grupo de personas.

A la cabeza iba un hombre de cuarenta años que pesaba al menos 150 kilos. Sus pobladas cejas solo acentuaban su aspecto rudo y bruto.

“Patriarca Sullivan…”.

Flynn lo saludó con una sonrisa brillante.

Un anciano estaba sentado en una roca al pie del Monte Raíz, no muy lejos de allí. Vestía un traje verde con botones ligeramente grandes. De alguna manera parecía un poco desproporcionado. Tenía la cara arrugada y el cabello revuelto.

“No esperaba que vinieran los Johnston y los Sullivan... Me temo que todos los Cuatro Antiguos, aparte de los Caden, están aquí”, murmuró el anciano con expresión sombría.

Era James.

Tras regresar a Ciudad Raíz Occidental, se adelantó y se compró un traje anticuado. También se hizo una máscara y se disfrazó de anciano.

“Todos tienen tarjetas de invitación. No será fácil para alguien como yo colarse en las montañas”.

James se acarició la barba, pensativo. Sin embargo, ejerció dem