Después de comer un poco de pescado a la plancha, Neil se sintió con más energía. “Ambrose, ese tipo con el que luchamos... es demasiado fuerte. No podremos vencerlo si irrumpimos directamente”.

Ambrose asintió con la cabeza y pensó un rato. “Sí. Efectivamente, es inútil si golpeamos una roca con otra roca. Tenemos que pensar en otro plan”.

Estaba molesto consigo mismo. ‘¿Cuándo me había sentido tan derrotado desde que me convertí en el Maestro de la Puerta del Elíseo?’.

Mientras Ambrose seguía pensando en su derrota, a Neil se le ocurrió una idea. “¡Ya lo tengo! Cuando estemos en la isla, podríamos capturar a dos guardias de patrulla y hacernos pasar por ellos. Será mucho más fácil entonces”.

Neil había heredado por completo toda la fuerza de Chester: su ingenio y su firmeza.

Ambrose se rio y se dio una palmada en el muslo. “¡Bien! Muy bien pensado. Usemos esa idea. Descansemos un rato. Entonces, podemos pensar en una forma de escabullirnos en la isla cuando el cielo esté oscuro”