Fanny era una mujer inteligente. Se dio cuenta de inmediato de que le estaban tendiendo una trampa. Enarcó las cejas y le gritó a Zack: “¡No me acuses de cosas que nunca hice! Soy leal a Su Majestad y nunca la traicionaría. Además, he permanecido en el palacio todo este tiempo mientras se daba la guerra. Si quieres acusarme, por favor, encuentra una razón mejor”.

Su argumento era sólido y lo expuso con integridad. Muchos funcionarios asintieron con Fanny porque tenía razón; ella no acompañó a las tropas y, por lo tanto, no podía haberlas traicionado.

Sin embargo, Zack lo había pensado mejor. Se burló y miró a Fanny a los ojos. “Deja de discutir. Antes de partir, Su Majestad y yo ya habíamos planeado nuestro ataque. Tú también estabas allí. Después de que partiéramos, enviaste secretamente a alguien para que difundiera nuestro plan al líder de los piratas. Así fue como se nos adelantaron cada vez y, al final, consiguieron romper la formación y atacarnos”.

Zack tenía una expresión ape