Todos en la Isla Waller miraban fijamente a Morticia en el aire. Sus miradas carecían de la burla de hace un rato. En su lugar, sus ojos estaban llenos de miedo helado. Bajo el aura aterradora de Morticia, nadie se atrevió a decir ninguna palabra.

La mirada de Forsythe brillaba con especial ferocidad.

Su emperatriz era sin duda la mejor. Nunca se habría atrevido a imaginar que algo así ocurriría en el pasado: irrumpir en la Isla Waller por su cuenta y derrotar a Arroyo del Sol y, sin embargo, ella lo había hecho con tanta facilidad.

En medio de su emoción, la mirada de Forsythe era aguda como un relámpago mientras echaba un vistazo a su alrededor.

“¡Escuchen todos! Arroyo del Sol el Tercero ha muerto. A partir de ahora, la Isla Waller se unirá al Palacio del Dragón Marino. Si alguien tiene algún problema o desea vengar a Arroyo del Sol, dé un paso al frente. De lo contrario, inclínense ante su Emperatriz de inmediato”.

¡Plop!

Mientras las palabras resonaban en el aire, todos los