Cualquiera se habría sorprendido si la vieran hacer eso. ¿La única mujer, que alguna vez disfrutó del título de Marqués en todo el Principado del León Dorado, le estaba sirviendo una bebida al comandante en jefe de la guarnición? Ella no lo hacía por voluntad propia, sino porque Marshall sostenía algo sobre su cabeza.

Marshall se rio con frialdad. “Parece que Darren se ha ganado una admiradora, ¿no es así?”.

Él fue a tocar su barbilla y la miró ferozmente a los ojos.

“Su Excelencia, me está lastimando”, dijo la Señora Pandora mientras una expresión de dolor cruzaba su rostro.

Marshall se rio y la soltó mientras ella se recomponía y decía: “¿No le parece increíble que haya podido domar a los Leones Dorados usando un lenguaje de bestias? Usted también estaba allí. Además, la Reina parece haberle tomado cariño. Después de todo, acaba de ser ascendido a comandante de la guardia real. Creo que debería aceptar su pérdida y seguir adelante antes de que le suceda algo aún peor”.

Sus ojos