Winston frunció el ceño con molestia.

“¿Quién crees que eres? ¿Crees que eres el indicado para darme lecciones?”, dijo entre dientes.

Al ver que Darryl no estaba dispuesto a rendirse, Shanice pisoteó: “Hermano Winston, ¡no pierdas el tiempo hablando con él! ¡Mejor dale una lección!”.

Al recibir la orden, Winston inmediatamente hizo un gesto con su mano y, en ese momento, sus hombres se reunieron y agitaron los bastones en sus manos.

Mientras observaba la situación, el dueño de la posada, que se escondía afuera, suspiró discretamente y sacudió la cabeza. Al ver a Darryl, no pudo evitar empezar a sudar frío.

‘Aunque no te haga falta el dinero, no tienes apoyo. ¿Por qué te meterías en problemas con Shanice y Winston? Qué atrevido’, pensó.

Darryl sonrió al ver una docena de hombres lanzando sus bastones contra él. No entró en pánico en absoluto.

Winston y los demás agentes de seguridad no eran poderosos en absoluto. Darryl podría derrotarlos fácilmente con un solo movimiento del ded