Ante la súplica de Alexandra, Magdalena, se vio obligada a hablar a pesar de su reticencia interna: —Ricardo, esto es insignificante. Carmen fue la verdadera responsable de todo esto. Así que no culpes más a Alexandra.Ricardo frunció el ceño ligeramente, mostrando cierta impaciencia, y replicó en tono frío: —Tengo otros asuntos que atender. Pueden irse ya.Magdalena se sintió alertada al ver su reacción y rápidamente agregó: —Ricardo, en realidad vine a hablar contigo sobre un asunto importante. Mi hermano mayor también vendrá a la fiesta de nuestro compromiso.Había ido a la empresa especialmente para poder informarle en persona de esa importante noticia; después de todo, el compromiso significaba mucho para ella. Ahora que el matrimonio de Ricardo con Magnolia estaba llegando a su fin, ella se consideraba la persona más adecuada para él, la imbatible.Ricardo levantó la cabeza y la miró con frialdad, replicando sin rodeos: —¿Y qué? El compromiso fue falso desde el principio, ¿no lo
A los ojos de Magdalena, una mujer como Magnolia nunca podría igualarla.***Una vez fuera, Magnolia se volvió a mirar por última vez el imponente edificio y se marchó con despreocupación.En cuanto llegó a casa con la noche ya cayendo, Yolanda corrió hacia ella emocionada, agarró su mano y exclamó: —¡Tengo una noticia enorme! Resulta que van a demoler el antiguo vecindario donde vivíamos antes.—¿Demolerlo? ¿De verdad?Magnolia nunca hubiera imaginado que un lugar tan destartalado pudiera atraer a un desarrollador. En su momento de mayor necesidad, tenía la oportunidad de enriquecerse de la noche a la mañana gracias a la demolición.¿Podría eso considerarse como un cambio drástico de fortuna?Yolanda estaba ruborizada de emoción. —¡Sí, te lo digo en serio! Hoy fui a hablar con los vecinos, y dicen que ya vinieron los funcionarios del gobierno. Dentro de unos días, habrá una reunión para consultarnos. Parece que hay dos opciones: nos darán casas nuevas o nos darán dinero.Magnolia apre
Al darse cuenta de que Laura estaba lista para armar un escándalo, Magnolia bajó la voz y preguntó: —Hablemos afuera, ¿vale?—¡Ni pensarlo! Esto lo digo aquí, delante de todos tus compañeros. ¿Cómo te atreviste a quedarte pasmada? Cuando estabas prácticamente moribunda en el orfanato, fuimos nosotros los que te sacamos de ahí y te criamos. Y ahora que te crees toda una señorita, ni siquiera reconoces a tu propia familia. ¿Qué clase de persona tan desagradecida eres?Laura representaba su papel de mujer irrazonable a la perfección, usando palabras tergiversadas para difamarla.En cuanto a Francisco, con su apariencia de campesino honesto, se explicaba ante los colegas: —Nosotros también estamos en apuros. Desde que eras una cría, nos hemos encargado de todo, comida, ropa y eso. Pero ahora, necesitamos tanto el dinero y tú desaparecida. ¡Ya no sabemos qué hacer!Magnolia observaba con calma a esos indignos padres adoptivos, y les replicó sin rodeos: —Ustedes ni un peso en mi educación.L
Magnolia miró estupefacta a Laura, sin poder creer lo que acababa de escuchar. —¿Quién te crees que eres? ¡Mejor me quedo sin chamba y me voy a la calle antes de darte un quinto!Francisco, de mal carácter, inmediatamente se acercó enfadado al escuchar eso. —Magnolia, ¿qué estás diciendo? ¿Te crees que no te voy a poner un coscorrón?Decía eso mientras estaba a punto de golpearla, pero Rodrigo fue rápido y le agarró la muñeca, diciendo fríamente: —Ándale, inténtalo si tienes agallas.Los otros colegas masculinos de la oficina también se adelantaron para ponerse delante de Magnolia, una situación que parecía un poco intimidante.En ese momento, algunas compañeras hablaron: —Vieja, déjanos darte una clase de leyes. Tus tratos abusivos hacia Magnolia ya cruzaron la raya. Si ella decide llamar a la policía, te van a detener ahora mismo.—¡Exacto! ¡Y todavía se atreven a pedirle lana! ¡Qué asco!Al ver que las cosas no iban a su favor, Francisco retrocedió maldiciendo.Laura, con las manos
Cuando Magnolia vio la llamada de Ricardo en su celular, creyó que sus ojos estaban nublados. ¿Ese tipo se habría equivocado de número, o de lo contrario por qué la estaba llamando por iniciativa propia?El teléfono seguía sonando, indicando que el otro no tenía intención de colgar. Tras un momento de vacilación, finalmente presionó el botón de contestar y acercó el aparato a su oído, preguntando con precaución: —¿Me necesitas, señor Vargas?—Tus papás adoptivos vinieron de nuevo a la casa, pidiéndome dinero.Magnolia, tan avergonzada que desearía poder desaparecer de la faz de la tierra en un instante, se tapó la cara y dijo: —Simplemente échalos. ¡No les des ni un peso!—Arréglalo tú misma. Ando ocupado.La voz al otro lado de la línea sonaba fría, seguida del pitido de colgar.Magnolia sacudió la cabeza con resignación, recogió rápidamente sus cosas y tomó un taxi hacia la villa. De pie una vez más frente a la puerta, no pudo evitar sentir como si estuviera en otro mundo. Apenas hab
Magnolia no sólo dejó a sus padres adoptivos sin palabras con su actitud fría y cortante, sino que también hizo sentir incómoda a Ana que estaba al lado.Escribió un cheque de cien mil dólares y lo tiró tan rápido al suelo como si quemara, diciendo con desdén: —Son sólo cien mil. Te los puedo dar, pero no vuelvan a molestar a mi hijo. Después de todo, está a punto de casarse con la hija de una familia acomodada, ¡ellos sí son la pareja ideal!Laura recogió el cheque como si fuera un tesoro y dijo con una sonrisa aduladora: —¡Vaya, qué generosa es usted! Tiene razón, Magnolia es una naca y además, desagradecida. ¡Lo mejor es divorciarse!Mirando a las dos personas que sólo se preocupaban por el dinero, Ana hizo una mueca y dijo con impaciencia: —Ya tienen el dinero, lárguense de una vez.Laura, temiendo ser robada, metió apresuradamente el dinero en su bolsillo y se escabulló sin siquiera mirar a Magnolia.Una vez que se fueron, Magnolia respiró profundamente y asintió a Ana, diciendo c
Magnolia observaba lo impactada que se mostraba Ana, encontrándolo tanto increíble como gracioso.Aunque en realidad fue Ricardo quien había hecho ese comentario para deshacerse de sus padres adoptivos cuando vinieron a pedir dinero en su última visita a la villa, ella no esperaba que él respondiera de manera tan directa, dejando a Ana sin palabras.En ese momento, la mirada profunda del hombre se posó en ella, haciendo que su corazón diera un vuelco. Se preguntaba por qué la miraba así, ¡no había dicho nada!Con voz grave, él preguntó: —¿Qué pasa con el dinero?Magnolia parpadeó unas cuentas veces antes de darse cuenta de que se refería a los cien mil dólares que le acababa de transferir. —Ah, eso es para tu mamá, pero no tengo su número de cuenta, así que te lo pasé a ti.Ricardo se volvió hacia Ana y, frunciendo el ceño, volvió a preguntar: —¿Qué está pasando realmente?—Pues resulta que los papás adoptivos de Magnolia vinieron a pedir dinero. Yo no quería más problemas, así que les
Ricardo suspiró de nuevo y dijo desde detrás de la puerta: —Mamá, tengo una junta. Mejor regresa a casa por ahora.—Ah, está bien. No te canses demasiado en el trabajo. Me voy entonces.Ana siempre evitaba interrumpir su trabajo, y aunque tenía mucho en mente, optaba por soportarlo en silencio.Una vez que su madre se marchó, Ricardo regresó a la sala de estar en el primer piso. Julio lo vio y se acercó de inmediato para informar: —Jefe, ya se llevaron a la señora.—Ya veo.Recostado en el sofá, Ricardo fruncía el ceño y parecía preocupado por varias cosas. Se giró hacia su asistente y le dijo: —Tú también deberías irte a casa.Julio se sintió aliviado y abandonó la villa lo más rápido que pudo.Una vez solo, Ricardo sacó su celular, donde vio el mensaje de Magnolia y la notificación de la transferencia de cien mil dólares, y se sintió aún más irritado. Apretó los labios con fuerza y golpeó la pantalla con rabia escribiendo: [No quiero el dinero.]Sin embargo, apenas envió el mensaje,