Capítulo 1111
—Mamá, me estás pellizcando tanto la mano.

La carita de Fernando estaba blanca de dolor, Rosalía se puso en cuclillas y miró a Fernando, —Tienes que agradar a tu abuelo materno, ¿sabes? Cuanto más le gustes, podremos afianzarnos en la familia Castillo y vivir una vida de ricos.

Fernando se quedó mudo sin decir palabra.

Rosalía cogió su bolso de diseño, no iba a tomarse esta oportunidad a la ligera, iba a triunfar como fuera.

Ya no quería vivir una vida dura de nuevo.

Rosalía se levantó, —Fernando, luego vas a ir con tu abuelo y vas a hacer feliz a tu abuelo, ¿vale?

Fernando no dijo nada, inclinando la cabeza para mirar la juguetería que había allí.

Magnolia, mirando la espalda de Rosalía, sería ella quien empujara a la abuela Vargas por las escaleras aquel año.

Pero ella no había visto exactamente quién se había noqueado en primer lugar, pero ese tatuaje del tobillo era suficiente para determinar que había sido Rosalía.

Pero no había forma de condenar a Rosalía basándose solo en eso.

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