Zachary era un hombre brillante y perspicaz. En el momento en que le hice esas preguntas, él lo entendió. Su mirada se profundizó un poco y preguntó en voz baja: “¿Alguien te dijo algo antes?”.

Sacudí la cabeza y negué: “Simplemente tenía ganas de preguntar”.

Cuando dije eso, Zachary respondió con firmeza: “Cada vez que mientes, tú sacudes tu cabeza y evitas mirarme a los ojos. Bel, ten más confianza y determinación, sin importar los chismes que escuches. No te dejaría sin ningún motivo, ni te dejaré ir por cualquier dificultad”.

¿Por qué de repente me dijo eso?

Pregunté obstinadamente: “Entonces, ¿cuándo me conociste la primera vez?”.

Anteriormente yo hubiera escondido cualquier cosa que escuchara en mi corazón. Lo que sea que haya escuchado de la madre de Zachary, pensaría que es una tontería y me torturaría a mí misma. Sin embargo, con Zachary quería preguntarle de todo para despejar mis dudas.

Zachary sabía que todavía necesitaba una respuesta. Él respondió consideradamente: