Capítulo 111
Pero...

Gabriel, por primera vez, detestaba profundamente su propia estupidez. Se preguntaba por qué había tardado tanto en darse cuenta de lo maravillosa que era su madre.

—¿Podrías perdonarme? —suplicó entre lágrimas.

Lo observé llorar desconsoladamente, y curiosamente no sentí ninguna emoción —¿Realmente importa si te perdono o no?

Gabriel dejó de llorar abruptamente, mirándome desconcertado.

—Cualquiera que tome una decisión debe considerar sus consecuencias —le expliqué con serenidad—. Porque hay errores que, una vez cometidos, no tienen vuelta atrás.

—Pero soy solo un niño... —se defendió Gabriel, limpiándose las lágrimas nerviosamente.

—Incluso los niños deben responsabilizarse por sus decisiones —respondí con calma.

Gabriel intentaba contener su llanto, sin éxito...

—Espero que después de todo esto... —continué pausadamente—. Pienses muy bien antes de tomar cualquier decisión.

Gabriel, entre sollozos entrecortados, asintió —Está bien.

Miré a Daniel que estaba a un lado —Vámonos
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