CAPÍTULO 50: ¿PORQUE QUIERES DEJARME?Enzo estaba sentado en el asiento trasero del auto, mirando su reloj de manera impaciente. Greta, a su lado, lo observaba de reojo, con una sonrisa ladeada en los labios.«Esta noche será mi oportunidad», pensó, con una mezcla de deseo y triunfo.Desde que Enzo le habló sobre ir a la gala juntos, había planeado todo meticulosamente. En su bolso llevaba un pequeño frasco con el líquido que aseguraría que él no pudiera resistirse. Bastarían unas gotas en su bebida, y entonces tendría lo que tanto quería: a él.«Nadie me dice que no, Enzo. Nadie».El sonido del celular interrumpió de golpe los pensamientos retorcidos de Greta. Enzo sacó el teléfono con una rapidez casi mecánica y contestó con voz fría y controlada.—¿Sí?Del otro lado de la línea, la voz de un hombre se escuchó grave y firme.—Señor, hay un vehículo sospechoso. Se detuvo en la entrada de la mansión hace unos minutos. Las cámaras captaron la placa, y parece estar vinculado con Orlov..
CAPÍTULO 51: ¿QUÉ PASÓ ENTRE USTEDES?Dentro del auto, Lana sintió su estómago tensarse como si un nudo invisible le apretara las entrañas al escuchar el nombre de Enzo. Y antes de que tuviera tiempo de recomponerse, vio cómo la puerta del auto frente a ellos se abría, y ahí estaba él.Enzo bajó con elegancia, vistiendo un traje negro perfectamente ajustado, con una pajarita que parecía un símbolo de poder más que un simple accesorio. Su postura era impecable; su figura alta y masculina irradiaba autoridad y peligro. Caminó hacia ellos con pasos tranquilos, medidos, y a su lado, dos de sus hombres lo seguían a poca distancia, pero él era quien dominaba la escena.Sus ojos azules estaban fijos en el auto, brillando con una intensidad fría que podía sentirse incluso desde el interior del vehículo. Lana tragó saliva mientras sentía cómo su pecho comenzaba a subir y bajar con rapidez. El corazón le latía desbocado, con una mezcla de miedo, rabia y, para su mala suerte, deseo. Cerró los oj
CAPÍTULO 52: ¡ESTO SE ACABÓ!Svetlana sintió que el aire se le escapaba del pecho. Desde el interior del auto, observó la confrontación, su mirada pasando de Iván, que seguía firme frente a Enzo, a este último, cuyo porte imponente y la rabia contenida en su rostro eran imposibles de ignorar.Sabía que no podía quedarse ahí. Si lo hacía, Iván y el chofer terminarían muertos. Y antes de que Enzo llegara al "tres", Lana salió del auto, cerrando la puerta con un golpe seco. Caminó hacia ellos con pasos firmes, aunque por dentro sentía que todo en su cuerpo se desplomaba.—¡Lana! —exclamó Iván, pero ella levantó una mano, indicándole que no interviniera.Cuando llegó frente a Enzo, lo miró directamente a los ojos, alzando la barbilla para ocultar el temblor en sus labios y el miedo en su pecho.—Aquí estoy —dijo con voz firme, aunque ligeramente quebrada—. ¿Qué quieres?Enzo la observó fijamente, y por primera vez en todo ese tiempo, el hielo de su mirada se quebró. Sus ojos azules recorr
CAPÍTULO 53: CAOS Y CONFUSIÓN—¡Lana! ¡No te atrevas a irte!Svetlana ya estaba dentro del auto cuando el primer disparo rasgó el aire. El estruendo fue ensordecedor, como si el mundo entero se desmoronara. Los vidrios comenzaron a estallar mientras las balas atravesaban el lugar como furiosas lenguas de fuego. Los gritos de los hombres de Enzo llenaron la escena.—¡Nos atacan! —gritó uno, tirándose detrás de un auto y desenfundando su arma.Iván reaccionó de inmediato. Con un movimiento rápido y decidido, empujó a Svetlana hacia abajo, cubriéndola con su cuerpo.—¡Quédate abajo! —ordenó.Ella se encogió en el asiento trasero, su cuerpo temblando mientras el miedo la inmovilizaba. Intentó hablar, pero su garganta estaba seca como el polvo. Solo podía mirar a Iván, que disparaba con una precisión mortal, su rostro inexpresivo a pesar del caos. Las balas seguían golpeando la carrocería de los autos, mezclándose con los gritos de los hombres de Enzo.Enzo, atrapado en medio de la calle,
CAPÍTULO 54: PEQUEÑO PAHKAM. El hospital, el médico salió de la habitación con una expresión seria. —¿Cómo está? —preguntó Enzo directamente. —La paciente perdió mucha sangre, pero logramos estabilizarla. Sin embargo... —el médico hizo una pausa, midiendo sus palabras—. Hay algo más. Enzo frunció el ceño. —¿Qué quiere decir? —El impacto de la bala causó daños en su estómago y órganos cercanos, pero lo más preocupante es que hemos detectado complicaciones que podrían afectarla a largo plazo —dijo el médico con seriedad—. Su sistema está débil, y necesitará cuidados constantes. No puede estar sola, al menos por un tiempo. Enzo apretó los labios, sintiendo el peso de la situación. —¿Se recuperará? —Con los cuidados adecuados, sí. Pero necesita reposo absoluto y alguien que esté con ella para supervisar su estado. En la habitación Greta escuchaba todo con una sonrisa en sus labios, aunque había salido herida, esto le caía como anillo al dedo, aprovechar la culpa de Enzo, sería su
CAPITULO 55: EL JUEGO TERMINÓ.2 meses después…La casa en la montaña parecía una verdadera fortaleza. Los muros eran altos, imponentes, y la entrada principal estaba fuertemente asegurada por guardias armados. Cassio, con una mueca de incredulidad, murmuró:—Jesús… parece que el Papa viviera ahí.Enzo no respondió de inmediato. Enfocó sus binoculares de alta potencia hacia las paredes. Había torres de vigilancia en cada esquina de la propiedad, cada una con un par de guardias apostados.—Van vestidos como si estuvieran listos para la batalla —comentó Cassio, todavía observando con atención.Enzo bajó los binoculares, su mandíbula tensa.—Bueno, entonces se la daré.Habían pasado once meses desde que comenzó su búsqueda incansable de Svetlana. Once meses de pistas falsas, de perseguir sombras, de lidiar con enemigos que no dudaban en mentirle o traicionarlo. Algunos de esos enemigos habían pagado con su vida, y sus cuellos cortados eran testigos de la determinación de Enzo. Pero ahora
CAPÍTULO 56: MURIÓ HACE MESES.La nieve se acumulaba bajo las ruedas del auto mientras Svetlana permanecía inmóvil, observando a Enzo con una mirada fría y vacía. Desde el interior del vehículo, sus ojos lo atravesaron como dagas. Él extendió una mano, pero ella no la tomó. En cambio, abrió la puerta con calma y salió, dejando que el aire frío chocara contra ambos.Se movió con una elegancia tan natural como devastadora. Svetlana era un desafío, una tormenta contenida en un cuerpo perfecto. Llevaba botas negras hasta la rodilla, una chaqueta de cuero ajustada y unos pantalones que resaltaban cada curva. Su cabello caía desordenado, rebelde, y en sus labios se dibujaba una mueca de desdén.Enzo tragó saliva al verla.El deseo lo golpeó como una bala; su cuerpo reaccionó de inmediato, incapaz de ocultar lo mucho que la había añorado.Ella avanzó un paso, desarmada pero con una tranquilidad que rayaba en la provocación. Su seguridad era una amenaza en sí misma.—¿Qué demonios quieres, En
CAPÍTULO 57: ¿PORQUÉ TIEMBLAS CUANDO TE TOCO?Después de conducir lo que pareció una eternidad, Enzo rompió el silencio que había llenado el interior del auto como una nube pesada.—¿Cómo? —preguntó con voz grave, sin apartar la vista del camino.Svetlana, que llevaba todo el viaje mirando por la ventana, dejó escapar un suspiro, como si supiera que esa pregunta llegaría tarde o temprano. No había necesidad de pedirle que aclarara; ella sabía exactamente a qué se refería. Bajó la mirada hacia sus manos, que se cerraron con fuerza sobre su regazo mientras intentaba mantener la calma.Las palabras se agolpaban en su garganta, pero si mentir podía proteger a su hijo, estaba dispuesta a hacerlo. A fin de cuentas, todo lo que hacía, cada decisión que tomaba, era para asegurarse de que su pequeño tuviera una vida lejos de la violencia y la sangre que definían el mundo de Enzo.—¿Qué quieres saber? —preguntó finalmente, su voz fría y controlada, un tono que había practicado hasta perfecciona