—Tu papa me saco de la cama temprano t no quería que te viera desnuda., — Explico mientras entro al baño a darme una ducha rápida. —Ella entra al baño detrás de mí, trato de concentrarme en salir rápido y ella sonríe con picardía al ver que me altera su presencia. —Tengo que hablar con mi padre un
Andrew Cole Cuando todos en la mansión se duermen aprovecho para hacer lo mío. — ¿Dónde estás?— Recibo el mensaje de nada mas y nada menos que de él ministro de defensa. —En camino. — Respondo haciendo una mueca por apenas comenzar a salir de forma sigilosa —Tenemos media hora esperándote. —Repro
—Bien. — Respondo y mi padre asiente dándome varias de las armas que lleva cargadas de municiones. —Tal vez deberías quedarte. — Le digo, ya que mi padre si pasa de los sesenta aunque se conserva demasiado bien para su edad. —No me perdería esto por nada del mundo., — Me dice tranquilo, ambos subi
El ministro va a frente con dos hombres cubriéndolo, pero aun así, una bala alcanza en su pierna derecha derribándolo, los gritos de dolor de los heridos, es algo que detesto. No voy a cometer errores del pasado, cuando los italianos están en el suelo desangrándose, me acerco para darles el tiro de
Isabella Cole Despierto a mitad de la noche y descubro que mi esposo ha salido, comienzo a sudar frio con un mal presentimiento, me levanto de la cama y comienzo a caminar de un lado a otra angustiada por él, sé que no me está engañando, me gustaría que me dijera todas las cosas que están pasando.
—Sé que es duro lo que te voy a decir, pero tendrás que acostúmbrate a cosas como estas, desde que conozco a Marco siempre hizo las cosas sin consultarme, de tal palo tal astilla.— Me dice la señora Nathaly que baja con un arma en las mano. —Definitivamente usted es una mujer de armas tomar. — Expr
Andrew Cole Cuando voy a gritar molesto, miro los pies de mi esposa —¿Qué te ocurrió?.— Cuestiono preocupado. —Alguien ataco mientras no estabas, está viva de milagro.— me responde Valente por ella. —¿Dónde estabas?.— Cuestiona ella, con los ojos brillantes de lágrimas y reproches no pronunciados
El asiente y luego dice—Vamos por ellos.— No soy ningún estúpido, a la hora de este anuncio ya he sacado a mi familia de acá, hace unos minutos, para que no vengan por ellos en el momento que salgamos. Movilizo toda una tropa en menos de media hora, estamos uniéndonos al Ejercito de los Estados Un