REGISTRO CIVIL

Al entrar en su despacho, Stefan fue seguido por Edmund, que intentaba hablarle de lo que había oído. Pasaban tantas cosas por la mente de Edmund que era difícil concentrarse en una sola.

Stefan había hecho un buen trabajo con la mano derecha de su hermano, lo enredó en su dedo e hizo lo que quiso. Edmund le había seguido ciegamente por órdenes de Alexander.

—Sr. Muriel, ¿me permite un segundo? —Dijo Edmund.

Stefan se sentó en su silla. Quería tener un momento para sí mismo. ¿Qué otras pruebas quería para darse cuenta de que ese trabajo no era para él? No estaba hecho para ser el hombre que era Alexander, Stefan solo quería poder, sentir el poder en sus manos, sentir como el mundo se inclinaba ante él.

—¡Estoy agotado, Edmund! ¿No te queda claro? —Preguntó suspirando pesadamente.

—Esto es importante, se trata de...

—¿Sobre qué?

Edmund bajó la cabeza. Le iban a regañar por escuchar conversaciones ajenas pero eso no era solo problema de Stefan sino también de Alexander, si los accionis
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