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- No me mires así, gatita, no te voy a hacer daño. Vladímir dijo, acomodándose en la silla de cuero.

Había pasado una semana desde su regreso a Rusia y nuevas pistas habían sacudido su maravilloso pequeño mundo en el brazo del hombre que amaba.

De hecho, Chris había sido visto en Ucrania, y este pequeño desvío en el país vecino de Rusia no era inocente.

Bloqueado, se había deslizado como una serpiente para aterrizar más cerca de ella.

Desde entonces, Apolo se había vuelto más formidable que nunca.

Y fue peor ...

Vladímir la aterrorizaba a fuerza de mirarla, sus ojos verdes bordados de espesas cejas negras seguían estrechándose para mirarla mejor.

Un poco de música de fondo ruidosa, pero consistente, acompañó este inquietante momento. Cruzó las piernas y miró a Apolo, que tenía el teléfono colgando de la oreja, sin importarle haberlo dejado con su viejo amigo, que se complacía en lastimarla.

- Entonces ... ¿Este es tu club nocturno? Ella pidió iniciar una conversación.

- Sí, soy el due
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