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Agatha emergió lentamente rodando sobre la cama, luchando con las sábanas y no fue una sorpresa que estuviera sola.

Se puso de pie y se detuvo frente al espejo. Agatha se puso la camiseta diez veces demasiado tiempo para ella, y se sorprendió gratamente al ver que su cuello ya casi no tenía las marcas de Chris.

Habían pasado dos semanas y poco a poco todo volvió a la normalidad.

Bueno, casi.

Se acercó a las ventanas y contempló la vista y hoy el clima pareció aclararse por fin.

Desde el piso treinta y siete, podía admirar el panorama desde todos los ángulos. Como todas las mañanas, el tráfico era intenso, se acabó acostumbrando, solamente que prefería la calma, estaba acostumbrada.

Caminó por el apartamento, bajó la escalera de cristal y siguió la música para encontrar a su amante.

Tendido en un banco de pesas, levantó la barra y la volvió a colocar en su lugar, enderezándose imperiosamente, los músculos brillando bajo el sol.

Ella frunció los labios.

- Hola mi angel.

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