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Zola tomó su servilleta para ocultar la risa que estaba a punto de salir. Gary comió como un ogro bajo la mirada desconcertada de Raphael. Los espaguetis se enroscaban alrededor de su tenedor cada dos segundos. Zola miró a Raphael, y cuando sus ojos se encontraron, Zola ahogó una carcajada. Le tomó la mano, la dejó sobre la mesa y volvió su atención a Gary.

- Dime, ¿la mujer que supuestamente te secuestró no tenía nada para comer?

- ¡Púa! Exclamó de mala gana. Si la avena es comida para ti, entonces sí, ella se la comió.

- ¡Maldita sea, es delicioso! ¡Zola eres perfecta! Su salsa es... no tengo palabras.

Zola sintió que los dedos de Raphael se apretaban contra los suyos.

- ¡Tranquilo, viejo, estás hablando de mi prometida! Este último gruñó con una voz extrañamente tranquila.

Gary puso una mano sobre su corazón, fingiendo estar herido.

- Yo sé que mi viejo, además, ¿cuándo es la boda?

- Oh, no es para ninguna continuación. Zola intervino, recuperando su mano para terminar su comida.

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