“Sí, él no se atrevería”. Chester se dio cuenta de que le gustaba la expresión confiada de Eliza. Le dio ganas de arrojarla sobre la cama y conquistarla de inmediato.

Él le pellizcó la barbilla. Justo cuando estaba a punto de besarla, se detuvo de repente. “Siempre es la misma cara indiferente. Sonríe. No quiero divertirme con un robot”.

Eliza dijo con calma: “Estoy siendo amenazada para que haga esto. Deberías estar agradecido de que no esté vomitando”.

“¿Vomitando?”. Chester se rio entre dientes. Sin embargo, sus ojos estaban helados. “¿Te doy tanto asco?”.

“Sabes muy bien con cuántas mujeres te has acostado. Para ser honesta, tengo bastante miedo de contraer una enfermedad”. Eliza habló claramente.

“Oh, ¿qué te da derecho a criticarme?”. Chester apretó su pellizco en su barbilla. “¿No solías ser la amante de otra persona? Además, tampoco es la primera vez que tienes sexo conmigo. ¿Por qué actúas como si eres tan inocente? Es asqueroso”.

“No me toques si te sientes asqueado”.