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La semana había estado ocupada. Había mucho trabajo y Luciano estaba extremadamente serio esa semana. Podría haber jurado que incluso había visto arrugas en su joven rostro. Tal vez el negocio estaba en problemas, pero a él no le gustaba hablar de eso y tampoco lo presioné. No le gustaba hablar abiertamente sobre asuntos personales, pero insistía en que le contara todo sobre mi vida. Estaba confundido por esto. No entendía si no confiaba en mí o qué razón tendría para no decirme que tenía prometida. Podría ser que simplemente no quisiera contarlo y yo necesitaba respetar eso. Tampoco podía abordar este tema con él sin mencionar que mi madre me lo había dicho, lo que implica que podría haber preguntado y tratado de entrometerme en su vida. Inicialmente no quise hablarle de la mía y aceptó. Con el tiempo, terminé sintiendo la necesidad de decírselo. Y había sido bueno para mí. Ahora podíamos hablar de vez en cuando de mi situación pasada y de mis amigos, así como de Jonathan. Y no podía
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