CarmenEl rey se había tomado esto como un gran éxito y seguía guiándome a través de mi poder como si él tuviera una visión de lo que había dentro de mí. Con los ejercicios que continuaron en los siguientes días, pude empezar a comprender más mi poder,Noté cómo la energía de Paola era calmada y cóm
XavierSe ve pálida y con un poco de sangre en la nariz, la cara golpeada, moretones, y más flaca. Siento que muero.—¡Mi preciosa Luna! ¿Qué te han hecho?— decía desesperado, tocándola, cuando de repente abrió sus hermosos ojos y sonrió al verme.—Mate... has vuelto— decía ella reincorporándose, y
Xavier—No, no y no. ¡Y por ninguna razón vas a utilizar tus poderes de nuevo!——Mate… es necesario——¿Así sacrifiques tu vida? ¿Tu salud?——Xavi… —decía ella y yo daba vueltas como un tigre enjaulado—. ¿Te estás escuchando? —le decía yo mientras ella intentaba convencerme.Habían pasado ya dos días
Aníbal —¡Basta, Aníbal! Tienes que dejar de chillar como un animal rabioso —me decía Alfa Pascal mientras me sostenía.¿Acaso él creía que yo quería estar así, chillando como un desesperado? El dolor era tan fuerte y la herida me ardía que no podía controlarme, mi lobo lloraba desesperado.—Ahora s
Xavier—Cualquiera que quiera ganar esta guerra necesita a Luna Carmen—decía el rey, y yo temblaba.No era suficiente que la quisiera Aníbal, sino que, además, uno de los seres más peligrosos de la Tierra la tenía como su objetivo. Sentía la mano del rey en mi hombro y él me miraba con seriedad.—No
CarmenXavier había estado tan preocupado todos estos días, angustiado por lo que habían averiguado con el prisionero, con mi salud, con las amenazas que nos rodeaban. Habíamos estado tanto tiempo separados y tantas cosas sucedían a nuestro alrededor. Ya se hablaba de guerra, de lo que Lucio haría,
FabrizioNecesitábamos que los súbditos recordaran, que hacía años Alaric había protegido y combatido. Él había hecho un gran esfuerzo para organizar a los lobos y que no se pelearan entre sí.Esta cena era especial, pues las figuras más importantes estaban presentes y yo daba vueltas por el salón e
Marina —Hay unas manadas que simplemente tenemos que visitar, Su Majestad. Sería un gran honor para ellas que usted las favorezca con su presencia —dijo Fabrizio, y Alaric arrugó la cara. Odiaba salir, además ahora eso significaba peligro, pero el consejero del rey tenía razón.—Hay unas que creemo