— ¿Qué haces por aquí?—le pregunto y ella me ve nerviosa. — Yo… yo... — — Te dije que no puedes estar cerca de él, es muy peligroso. Pero... si te portas bien, yo podría hacer algo — — ¿Algo? — decía ella abriendo sus ojos castaños. Era… linda. — Sí, ayudarte mi mate... — digo acercándome a el
Carmen Temía haberme quedado en la habitación de Aníbal, pero él no volvió. Lo vi nervioso al día siguiente, pero prácticamente no me prestó atención y yo seguí abogando con la posibilidad de ver a Xavier. Fabrizio no estaba por ninguna parte; parecía que estaba averiguando el tema de ver si Aní
De repente, él se movía un poco, al menos reaccionaba, me parecía que era un buen indicio. —Así es, aquí estoy... para ti. No sé cómo lo haces pero... te sigues viendo hermoso —le decía, y besaba su frente. Su cabeza se inclinaba hacia mí. Me reconocía, sabía que yo estaba aquí... la idea me hacía
Fabrizio Ya era prácticamente la cuarta vez que pasaba por la zona del entrenamiento donde se había hecho el desafío. Me pasaba las noches dando vueltas por el bosque y el jardín, pero solo encontré un simple olor vampiro, a sangre de vampiro... me parecía conocida, pero no terminaba de saber qué
—¿Cómo te sientes? —le preguntaba, y él tenía una sonrisa de oreja a oreja. —Mejor que nunca… nunca estuve tan feliz de que me pegaran tremenda paliza —decía, viendo a su mate que se sonrojaba. Si la diosa nos ayudaba… esta pareja avanzaría, cada lobo con su mate era más fuerte. Y necesitábamos t
Xavier Estaba sumergido en lo que parecían ser pesadillas aterradoras, algunas en las que mi mate me odiaba y decía que yo era un violento y me tenía un profundo miedo. —¡Eres un salvaje!— —¡Nadie te quiere!— —¡Con razón la diosa Luna te dejó sin mate y solo!— decían voces y yo no podía dejar d
— Yo jamás lo creería... —dice ella con cariño. —Bueno… como que estamos de más aquí … un alfa y su Luna son cosas serias. Ya después me recompensarás grandote… por haberme dejado en una camilla por días…— dice Bruno bromeando. —Por lo que recuerdo estabas contento recuperándote, con la ayuda de
Aníbal —¡Maldición, Alfa! ¡Esto no puede ser! ¡Sería la ruina de la luna de sangre! ¿Lo entiendes? —me decía Gerardo desesperado mientras yo lo empujaba contra la pared de mi habitación. Habían pasado horas en las que estábamos discutiendo, luchando por hacerlo en voz baja para que nadie nos escu