vii

La fiesta

Izzie asombrada, miró la puerta, que ajena a la trivial discusión de las amigas, simplemente se agitaba a tenor de las estridentes ráfagas de sonido que salían del interior, medianamente sostenida por el orgullo Izzie mantuvo la vertical, y bañada en petulancia se irguió, y con arrogancia dio la espalda a la puerta, a la fiesta y su amiga, y con parsimonia empezó a caminar lentamente dirigiéndose a su casa, mientras a sus adentros compulsiva se exculpaba, diciéndose que de ninguna manera tendría injerencia en la suerte de Pamela, ofreciendo excusas absurdas, entonando verdades que aun que ciertas eran indiferentes a su egoísmo, tal es la forma inmoderada de beber de Pamela, que varias veces fue advertida por Izzie o la insignificante excusa de ser menos bella que ella, embebida en sus cavilaciones no cobró conciencia de su camino, hasta que un automóv

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