Destinos Entrelazados: Mi Bebé Es Hijo del CEO
Destinos Entrelazados: Mi Bebé Es Hijo del CEO
Por: Célia Oliveira
Capítulo 0001
Al salir de su casa para comenzar una semana más de trabajo, Sofía González se sorprendió cuando su gerente la llamó a la oficina para hablar.

—¿Una transferencia? —preguntó sin terminar de entender.

—Exacto. El nuevo director necesitará una secretaria y como tú tienes años de experiencia en tu hoja de vida, creemos que eres la persona ideal para el puesto.

Sofía no daba crédito a la noticia que su jefa le acababa de dar. No estaba en sus planes trabajar para el hijo del CEO, quien recién había sido nombrado director de la compañía. Por más que no conocía al famoso Ethan Smith, ya había escuchado rumores extraños sobre él, y decían que no era nada fácil de tratar.

—Estoy segura de que te irá muy bien, sobre todo al saber que tu salario aumentará.

—¿En serio? —preguntó emocionada, pues al mencionar dinero, captó su interés.

—Así es. Ahora ve, tu nuevo jefe te está esperando. Mañana habrá una recepción para presentarlo a todos, así que probablemente necesite algo de ti.

—Entendido.

—Mucha suerte. —Le deseó su jefa antes de retirarse.

Tomó el ascensor hasta el último piso, donde se ubicaba la oficina de los ejecutivos más importantes. Se encaminó hacia la sala del nuevo director y, antes de tocar la puerta, sonó el teléfono que estaba en donde sería su nuevo escritorio. Como parte de sus nuevas tareas, atendió la llamada.

—Diga. —contestó.

—Vaya, vaya, la nueva secretaria ya está aquí. —dijo una voz masculina al otro lado de la línea.

—Disculpe, ¿con quién hablo? —preguntó desconcertada.

—¿No sabes con quién hablas? —El hombre soltó una carcajada—. Estás despedida el primer día. —sentenció, retomando la seriedad.

—¿Señor Ethan? —preguntó con voz temblorosa.

—¿Quién más iba a ser? —respondió con sarcasmo— ¡Llegas tarde!

—Discúlpeme, señor, acabo de recibir las instrucciones sobre mi nueva función.

—¿Cuál es tu nombre?

—Me llamo Sofía González.

—¿González? —preguntó confundido—. No es un apellido muy común.

—En realidad, es muy común en mi país.

—¿No eres de aquí?

—Soy de México.

Ella rodó los ojos al recordar que los estadounidenses se creían dueños exclusivos de América.

—Entonces no sirves para el puesto. —sentenció el hombre.

—¿Por ser extranjera? —preguntó Sofía, desconcertada.

—No, por supuesto que no. Simplemente, no me caes bien.

Respondió Ethan antes de colgar de manera brusca, dejándola totalmente descolocada. Sin entender lo que acababa de suceder, Sofía regresó a la oficina de su jefa y le contó lo ocurrido.

—Lo siento mucho, pero no puedes volver a tu antiguo puesto, ya lo ocupó alguien más. —Le explicó su superior.

—¿Cómo es posible? —exclamó, incrédula.

—Solo tienes dos opciones: o regresas e intentas convencer al señor Ethan de que te acepte, o serás despedida.

Aunque protestó alegando que era una tremenda injusticia, no tuvo más remedio que volver a la oficina del nuevo director para tratar de conservar su empleo. Sin muchos ánimos, tocó la puerta hasta que le indicó que pasara. Al entrar, lo vio sentado detrás de su gran escritorio, pero como su silla estaba de espaldas, no logró verle el rostro.

—Señor, creo que hubo un malentendido. Puedo demostrarle que estoy más que capacitada para este puesto. —comenzó a decir Sofía.

—Nunca dije que no estuvieras calificada, dije que simplemente no me caes bien. —respondió él sin siquiera voltear.

Pensando que ese era un motivo absurdo, decidió insistir, después de todo, tenía cuentas que pagar, pues había financiado el apartamento que compartía con su mejor amiga Kate Miller. Conseguir otro trabajo sería muy difícil y volver a México estaba descartado.

—Estoy segura de que, si me da la oportunidad de conocerme mejor, reconsiderará mantenerme en el puesto.

—No pienso en hacerlo. —espetó Ethan secamente.

—Pero señor...

Su grosera actitud, prepotencia y negativa a mirarla de frente, como si ella fuera insignificante comenzaban a sacarla de quicio.

—Tengo sed. —dijo él.

—¿Qué? —preguntó desconcertada, ya que había cambiado de tema abruptamente.

—Si me traes un Moca frío de chocolate en menos de quince minutos, el trabajo es tuyo.

Ese pedido parecía estúpido, pero como necesitaba el empleo, decidió aceptar. Solo tenía que ir a la cafetería junto al edificio y listo.

—De acuerdo. —respondió.

—Hay una cosa más, —agregó él antes de que saliera—. Solamente tomo el Moca de Starbucks.

—Pero el Starbucks más cercano está a cinco cuadras de aquí. —objetó incrédula.

—Entonces más te vale correr.

Sin entender qué clase de juego absurdo le proponía su nuevo jefe, Sofía salió desesperada a cumplir el encargo, no podía darse por vencida sin al menos intentarlo. A mitad del trayecto, se maldecía por haberse puesto tacones aquel día.

—Esto no puede ser más que una broma pesada.

Se quejaba mientras hacía el pedido por su celular para poder recogerlo rápidamente. Después de comprar el café, regresó casi corriendo al edificio. Tomó el ascensor, pues le quedaba apenas un minuto. Golpeó la puerta de la oficina del director, quien le indicó que pasara.

—Aquí tiene su pedido, señor. —dijo, dejando el vaso sobre el escritorio, mientras él seguía dando vuelta.

—Ya se me quitaron las ganas. —respondió él.

—¿Cómo dice? —exclamó Sofía, indignada por semejante falta de seriedad.

—Pero como lograste cumplir en el tiempo que te di, te dejaré quedarte. —añadió él con desdén.

—Gracias, —agradeció entre dientes, aunque sabía que su actitud había sido una completa falta de respeto—. ¿Necesita algo más, señor?

—Hay algunos documentos en esas carpetas, —señaló hacia un estante repleto de folders apilados—. Necesito revisarlos, pero están desordenados. Quiero que los organices en orden alfabético.

—Entendido.

—Espero que termines con todo hoy mismo, necesito comenzar a revisarlos mañana temprano. —agregó antes de que ella saliera.

—Pero son muchos, dudo poder terminar todo en un día.

—Tendrás que hacer horas extras para compensar. —respondió en tono seco.

Sofía podría haberse negado, pero necesitaba ese empleo, así que decidió tragarse su orgullo.

—Por supuesto, señor.

—Una cosa más. Mañana, cuando llegues, quiero que organices esos libros en mi estantería, —señaló nuevamente hacia el estante—. Odio la desorganización y entre el guion están desentonando con el ambiente.

—Claro. —respondió rodando los ojos, aprovechando que él aún le daba la espalda.

—También quiero que avises a la persona responsable de la limpieza que no use productos con perfumes en mi oficina, odio ese olor.

—¿Hay algo más que desee, señor? — preguntó, esperando una respuesta negativa.

—En realidad, hay una lista de cosas que no me gustan y prefiero que ya sepas. Como serás mi nueva secretaria, necesito que estés al tanto de todo y las memorices todas.

—Claro, puedes decirme de qué se trata.

—Mejor aún, haré una lista y antes de irme, te la entregaré. Puedes volver al trabajo.

Ella salió de allí con los ojos rodando. ¿Qué tan quisquilloso era ese hombre? Además de dar varias órdenes, actuaba como si fuera un rey, ni siquiera tuvo la consideración de mirarle el rostro. ¿Podría soportar su forma de ser?

Sin tener mucho tiempo para pensar, se sentó en su escritorio y llamó al servicio de limpieza encargado de la oficina del director. Después, comenzó a ordenar los documentos en su escritorio, uno por uno, parecía que eso tomaría una eternidad. Ya pasaban de las seis de la tarde cuando Ethan la llamó.

—Dejé un papel en mi escritorio, léelo y memoriza todo.

—Está bien.

Colgó el teléfono y se dirigió a la oficina de él para buscar el papel. Se dio cuenta de que era una lista con todas las cosas que a él no le gustaban. Ethan ya se había ido por su puerta privada, que conducía al pasillo y al ascensor de los ejecutivos.

Como la puerta estaba al otro lado de su oficina, ella no lo vio salir. Con el papel en mano, comenzó a leer la lista absurda de su nuevo jefe. «Cosas que no soporto o me causan alergia: café con azúcar.»

—Está explicado por qué parece tan amargo. —dijo sonriendo.

La lista continuaba: cosas fuera de lugar, desorganización, masticar con la boca abierta, hablar en voz alta, no golpear antes de entrar, flores, perfumes fuertes o dulces, tés, comida picante, conversaciones paralelas durante el horario de trabajo, perros y gatos, empleados con ropa estampada. RETRASO —hizo hincapié en escribir en letras mayúsculas—. Que me pregunten algo dos veces, alfombras peludas, mariscos y niños.

«Dios mío, ¿qué tipo de persona no le gustan los animales o los niños?» Se preguntaba mientras leía todas esas disparates. «¿En qué lío me metí?»
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