-¿Conoces a ese peluche?- pregunto a Rafael enarcando una ceja.
-Sí, ha pasado un largo tiempo desde que nos vimos por última vez, ¿no es cierto Sigurd?- pregunta de forma risueña Rafael al conejo de peluche en su mano.
-Eso es correcto, mi señor.- dice altivamente el conejo.
-¿Se llama Sigurd?- pregunto señalándolo.
-Creo que tendremos que empezar de nuevo…- dice el conejo-. Mi nombre es Sigurd, y soy tu compañero, querida princesa.
Resulta casi graciosa la reverencia que el conejo de peluche hace hacia mí mientras está sobre la mano de Rafael.
-¿A qué te refieres con compañero?- pregunto con duda.
-¡Oh! ¡Eso es genial! Así será todo más sencillo. Escucha Luna, en estos momentos no lo recuerdas, pero Sigurd es realmente valioso e importante para ti. Lo llevaremos
El viaje en el portal resulta vertiginoso para mí, como si mi cuerpo se volviera aire y luego de golpe volviera a juntarse y sentirse pesado. Tengo que sujetarme del brazo de Rafael cuando me siento de nuevo corpórea y llegamos a otra habitación blanca como la anterior pero esta tiene decoraciones de piedras preciosas en las paredes. Es por demás bonita.-¿Dónde estamos?- estoy un poco ansiosa por regresar a mi casa.-En casa, como te dije mi flor.- Rafael usa de nuevo ese tono condescendiente burlón y lo suelto inmediatamente.Me vuelve a tomar la mano para guiarme. Y veo que ya no tiene las marcas de las garras del monstruo en sus brazos, su piel luce intacta.-Tus heridas ya no están.-Eso es porque sano muy rápido, no tienes de que preocuparte.- contesta sin mirarme.-Ni tiinis di qui priquipirti.- dice con burla Sigurd desde mi hombro pues se rehu
El resto del camino en auto transcurre en silencio, con mis pensamientos dispersos entre la información que acabo de recibir y el inminente regaño que me espera en casa por estar desaparecida desde el día anterior. Quizás lo mejor sea decir a mis padres lo que me sucedió, con toda la sinceridad, quizás me crean, o quizás me internen en un psiquiátrico.Llegamos a mi casa y Chamuel estaciona al frente del portón de la entrada. Intento quitarme el cinturón de seguridad pero mis manos están temblando, y suspiro un poco frustrada por el estrés.-No te preocupes, todo está bien.- se acerca y pasa su brazo sobre mí con su cara peligrosamente cerca de la mía para soltar el cinturón, y cuando se aparta me sonríe con malicia.Sus palabras lejos de tranquilizarme me han hecho poner más nerviosa en conjunto con su cercan&
*Chamuel*-¡Por favor no! ¡Para!- sollozó con desesperación la mujer en la casa veraniega de lujo.-¡Es lo que te mereces zorra!- exclamó el hombre mientras sujetaba por el cabello a la rubia, las lágrimas le surcaban el pálido rostro donde se iban formando moretones y su labio partido destilaba un hilillo de sangre hacia su barbilla.Lejos de tener compasión, el agresor la tiró con rabia al suelo.El grito de la mujer al impactar contra el piso fue el preludio de pequeños sollozos de dolor. Sólo quería ser fuerte pero parece que hoy no tendría suerte. -¡Eres una maldita zorra! ¿Te gusta verdad? ¡Te gusta que te miren! ¡Puta asquerosa!- gritaba el hombre mientras pateaba en las costillas a la indefensa joven.<
La cena con mi familia transcurrió medianamente normal. Con mi mamá más que alucinada contándole a mi padre lo maravilloso, bondadoso, preocupado y desprendido que es Chamuel, mientras mi progenitor intentaba no llorar pensando que me iba a casar. Tan solo Anthony mantenía la compostura mientras me miraba sospechosamente. Seguramente más tarde buscaría interrogarme. Todos en mi familia eran unos chismosos. A pesar de la locura durante la cena, logré disfrutar una hamburguesa jugosa que mató mi hambre; a Dios gracias mi padre es muy buen cocinero, y la charla relajada de mi madre logró mantenerme distraída lo suficiente para no sumirme de nuevo en pensamientos y reflexiones oscuras.Para cuando subí a mi habitación toda la relajación de la cena se estaba esfumando lentamente. Ver a Sigurd sentando tan tranquilamente sobre mi cama, como si de verdad fuese un pel
La calidez que me envuelve es tan agradable que desearía no apartarme de ella. Abro los ojos y me siento intentando ubicarme.-¡Por fin despierta!Exclama un niño pelirrojo, no debe tener más de 12 años.-¿En dónde estoy?- no reconozco mi voz ronca.-En Stiklestad. Has dormido por cuatro días. Pensé que no sobrevivirías, tu herida era muy profunda. Yo te curé, o al menos lo intenté.-Debo irme. ¿Dónde están mis ropas?-Apareció fuera de mi choza desnuda, no llevaba nada con usted.- contesta el niño con un sonrojo en su rostro.Lo miro intentado recordar cómo fue que llegué a este sitio. Una bruma de dolor me invade momentáneamente.-Debe descansar.- sus manos son cálidas mientras me recuesta de nuevo a lo que apenas identifico como una piel de animal.
*Erika*La guerra contra los demonios se mantenía tan cerrada como en el principio cuando empezó a combatirlos. Desde que tenía conocimiento del castigo que pesaba sobre su espalda y la de sus hombres, había sido inevitablemente empujada a una vida llena de violencia, sangre, lucha, odios, rencores e ira. Los demonios tomaban posesión de los humanos y a través de ellos cometían actos atroces entre las mismas personas y hacia la naturaleza. Nunca se había molestado en conocer las motivaciones de los demonios para tales actos y se había limitado a combatirlos limpiamente, destruyéndolos y eliminando cada vez con cada lucha un poco de la energía negativa que su influencia dejaba en el mundo.Sin embargo era imposible eliminar sólo a los demonios por lo que sus manos estaban manchadas con la sangre humana de aquellos que habían sido manipulados por esos monstruos infern
-¿Cuánto comió?- preguntó Gabriel riendo mientras salía de la cabaña a Rafael, quien aún se encontraba sentado en frente de Erika alimentándola. Se había negado rotundamente a permitir que Erika comiera por sí misma.-Ha repetido 8 veces.-contestó Rafael sonriendo.-¡Eso es casi un nuevo record! A ese ritmo vas a superarme.- contestó alegremente el peli negro hacia la chica, a Gabriel le encantaba jactarse de hacer cosas que realmente no necesitaba, como alimentarse de comida humana en grandes cantidades.Erika quiso molestarse pero a esas alturas las bromas y chistes de sus hombres también la contagiaban de buen humor, así que sólo se limitó a sacarle la lengua a Gabriel antes de que Rafael le diera otra cucharada de comida.-La vas a malcriar así.- reprochó Chamuel detrás de Gabriel. Ambos estaban vestidos con ropas
-No creo que sea tan fácil hablar con los aldeanos.- sentenció Gabriel al ver como en cada casa de la Aldea Roja los campesinos se ocultaban una vez que su grupo ingresó por la entrada principal del pueblo.-Parece que le temen a los forasteros.- convino Chamuel.-Cualquiera temería a los extraños si cada noche un grupo de desconocidos armados sometiera a su pueblo sin piedad.- la voz de Rafael era más seria que de costumbre haciendo notar que estaban ante una situación poco común y hasta cierto punto delicada.Erika solo escuchaba su intercambio mientras detallaba el lamentable estado de la aldea. En inicio parecía ser una comunidad pequeña, con un pasillo principal lo suficientemente ancho para dejar pasar una carreta, al que se accedía a través de una gran entrada de madera. Las puertas diseñadas para mantener alejados a los extraños permanecían abiertas y