Capítulo 95
Ahora entendía por qué se veía tan demacrado y pálido.

—María, por favor ayuda a Isabel. Nos equivocamos en todo lo del pasado, ¿puedo pedirte perdón? Ten un poco de compasión y ve al hospital una vez más, ayúdala...

Carmen se acercó de repente y me agarró la mano, un movimiento tan brusco que asustó a mi perro, que se escondió detrás de mí.

Fruncí aún más el ceño, mirando a Carmen con una risa fría en mi interior.

—Qué sorpresa, nunca pensé que en esta vida escucharía tus disculpas —no pude evitar burlarme.

—Te pido perdón, María, haré lo que quieras, solo ve a salvar a Isabel. Al fin y al cabo es tu hermana, ¡es una vida humana! —Carmen rompió a llorar, evidentemente angustiada por su hija.

Como madre, sin duda era dedicada, e Isabel era afortunada por ello.

Pero mantuve la cabeza fría: —Si ya no tiene remedio, no tiene sentido prolongar su vida uno o dos días con transfusiones, ¿por qué molestar a los vivos?

Era la verdad.

Cuando mi madre estaba en fase terminal de cáncer, también r
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