Al ver la maleta de viaje en el sofá, me apresuré a decir:—No olvides llevarte la ropa.—La dejaré aquí, de todos modos vendré a pasar la noche tarde o temprano —respondí con naturalidad.—Mis condiciones aquí no son buenas, no te obligues a pasar incomodidades —le devolví sus propias palabras.—Cualquier lugar donde estés tú, por malas que sean las condiciones, es un paraíso —me lanzó otra frase cursi mientras se dirigía a la puerta y se cambiaba los zapatos.Apreté los labios, entre sonreír y no hacerlo.Cuando abrió la puerta y vi que estaba por irse, me acerqué espontáneamente para abrazarlo.—Ten cuidado al conducir.—Sí —me levantó la barbilla con una mano y se inclinó para besarme con ternura y cariño—. Y tú acuéstate temprano.—Está bien, adiós.Nos besamos una vez más antes de que me soltara y se marchara. Retrocedí y cerré la puerta.Puppy estaba a mi lado, levantando la cabeza ladeada, mirándome sin entender.Parecía preguntar: ¿Se fue otra vez?Bajé la mirada hacia el perr
—Leonardo, ¿es verdad que Lucas salió de viaje por trabajo? ¿O pasó algo en su familia y por eso no puede verme por ahora?Leonardo respondió rápidamente:—Él me dijo que era un viaje de trabajo.Por lo visto, Leonardo tampoco conocía los detalles específicos.Le agradecí nuevamente y lo dejé así.Después de levantarme, me aseé, ordené la casa y preparé el desayuno, dejando el teléfono a un lado.Solo cuando me senté a comer volví a tomar el celular.Vi que tenía un mensaje sin leer.Abrí la bandeja de entrada y era de un número desconocido.[María, tú y Lucas nunca tendrán un futuro juntos, lo garantizo con mi vida.]Este juramento malicioso me provocó un sobresalto repentino, haciendo que mi corazón saltara varios latidos.¿Quién había enviado esto?Por el tono, se parecía mucho a Antonio.La persona que más me odiaba ahora probablemente era Antonio.No le respondí, pero en ese instante mi mente se llenó de pensamientos negativos.¿Por qué estaba tan seguro? ¿Tendría algún plan?¿Y s
Sofía me miró con picardía, levantando una ceja.—Por lo que dice Mariana, parece que tú y el señor Montero están a punto de formalizar.—Imposible —rechacé de inmediato, sabiendo perfectamente que eso estaba muy lejos de suceder.—Mariana, ordenemos. Mira qué te gustaría comer, yo invito —le pasé el menú para cambiar de tema.Sofía tenía cosas que atender, pero dijo que vendría a acompañarnos un rato después.Cuando se fue, Mariana levantó la mirada hacia mí y preguntó con preocupación:—¿Estás enojada porque Lucas no te avisó con anticipación sobre su viaje?—No.Sonreí, sinceramente no estaba molesta por eso.—Se acostó tan tarde anoche por estar ocupado, seguro tiene algo muy importante que atender. Estoy más preocupada por él que enojada.Expresé lo que sentía y miré a Mariana, dudando un momento antes de preguntar:—Mariana, ¿tu padre también lo está presionando desde que regresó?La expresión de Mariana se tensó ligeramente. Miró el menú durante unos segundos antes de responder:
Siempre dicen que el matrimonio es donde muere el amor. Pero bueno, mejor terminar en una tumba digna que abandonado en medio de la nada.Me pasé más de dos meses cosiendo sin descanso hasta que por fin terminé mi vestido de novia con mis propias manos.Cuando lo miraba bajo la luz, su elegancia y blancura me dejaban sin aliento, brillando de una manera que me robaba el corazón.No podía evitar sonreír hasta en sueños imaginándome caminando hacia el altar, con mi vestido, hacia el hombre que amaba.Seis años habían pasado, desde mis diecinueve hasta mis veinticinco, y por fin mi historia de amor iba a tener su "final feliz".Pero al despertar, toda esa felicidad se esfumó como si nunca hubiera existido.—María, esta mañana el señor Martínez vino al taller y se llevó el vestido de novia, ¿está en tu casa? —me preguntó Rosa, mi asistente, con tono extrañado.Todavía medio dormida y confundida, le respondí: —¿Antonio se llevó mi vestido?—Sí, ¿no estabas acaso enterada?—Dame un momento,
Pensé que se enojaría y me acusaría de ser una aprovechada, pero solo hizo una breve pausa y dijo:—Bien, nos vemos en la noche.Hace tres años fundamos juntos una marca de ropa —CHEZ MARÍA Alta Costura— que ahora está en pleno auge. En ese entonces Antonio puso el capital y yo me encargué del diseño. Para mí fue como ganarme la lotería sin comprar boleto.La compañía está valorada en cientos de millones y lista para cotizar en la bolsa, con un futuro financiero prometedor. Sin embargo, él está dispuesto a cedérmela solo para estar con Isabel. Parece que ellos sí son el verdadero amor.Me levanté apresurada y al ver todos los artículos de boda dispersos por la habitación, sentí fuertes náuseas. Quería prenderles fuego. Llamé a unas personas para que empacaran todo lo relacionado con él en esta casa.¡Qué alivio! Menos mal que insistí en esperar hasta la noche de bodas, si no también habría perdido mi dignidad. ¡Qué asco total!Después de que arreglaron la casa, me cambié de ropa y me m
Después de decir esto, le arrojé el acuerdo a la cara y me levanté furiosa para echarlos:—Necesito descansar, lárguense... Ah, y llévense toda su basura.No podía creer que el hombre que amé desde los dieciséis años, durante ocho años, con quien salí por seis... ¿cómo hasta ahora veía su verdadera cara?Debería agradecer a Isabel, de lo contrario me habría casado con este hombre hipócrita y repugnante. ¡Qué desgracia en realidad habría sido mi vida!Marta, enfurecida por mis palabras, se levantó:—María, ese es tu problema, ¡eres demasiado temperamental! Mira a Isabel, tan dulce y educada, siempre tan respetuosa conmigo...Conteniendo la náusea que me producía, vi pasar a mi perro por la sala:—¡Puppy, muérdelos!—¡Guau! ¡Guau! ¡Guau! —Puppy obedeció y se lanzó arrebatado contra ellos ladrando.—Tú... tú eres... —Marta palideció de rabia mientras Antonio la ayudaba a retroceder.—María, ¡te pasaste de la raya! ¡Me equivoqué contigo! —me miró Antonio como si fuera una extraña.Sonreí c
Antonio permaneció rígido, sin decir palabra.—Por fin dices algo sensato —alzó la voz Carmen—. Somos familia, ¿no es natural que una hermana le ceda algo a su hermana menor? Considéralo como tu regalo de bodas.Solté una risa sarcástica y, mirando despectiva a mi madrastra, dije con fingida dulzura:—En ese caso, tendré que añadir otro regalo.—¿Qué regalo? —preguntó ansiosa Carmen.—Una corona de flores negras, como las que se usan en los velorios —respondí—. Para adornar el altar de la iglesia.—¡María! —Carmen palideció de rabia, mirándome sin poder articular palabra.—Solo sigo las tradiciones —continué con dulzura venenosa—. En los pueblos antiguos, cuando una mujer robaba el prometido de otra, la gente dejaba flores negras en su puerta como señal de luto por su honor perdido. Como hermana mayor, mi regalo es perfectamente apropiado según las costumbres ancestrales.Mi argumento era tan impecable que no pudieron encontrar fallas, quedándose mudos de frustración.Era como con los
Me reí con amargura mientras miraba el tráfico en la calle. Esperé a que mi mente se calmara un poco antes de voltear a decirle con ironía:—Antonio, no soy un centro de reciclaje. No importa cuánto te haya amado antes ni cuánto haya sacrificado por ti. Desde el momento en que decidiste traicionarme, dejaste de merecer mi amor.Me di la vuelta en ese momento para irme, pero no pude contenerme más y volví a mirarlo, señalándolo:—Aunque fueras el último hombre sobre la tierra, jamás volvería a mirarte. Realmente, me das asco.Quizás mi actitud tan definitiva lo hirió, porque de repente se acercó y me agarró, suplicando:—María, yo te amo. Estos seis años juntos están grabados en mi corazón, nunca los olvidaré. Pero Isabel se está muriendo, es tan triste y miserable todo esto... solo tiene este pequeño deseo antes de morir...—¡Suéltame!—María, te juro que cuando Isabel...No lo dejé terminar esas palabras desagradables y le di otra bofetada en la otra mejilla. Ahora sí estaba simétrico