Capítulo 272
Sentía lástima por él. Me dio cierta satisfacción cuando la jueza, tras dictar sentencia, le advirtió específicamente: —Acusado, esta es una sentencia definitiva de segunda instancia, no se permiten más apelaciones.

Antonio protestó inmediatamente: —¡Solicitaré una revisión del caso!

—Solicitud denegada, la sentencia entra en vigor hoy mismo. Se levanta la sesión —respondió la jueza tajantemente.

—¡No lo acepto, apelaré! —Antonio había perdido la razón; su rostro retorcido y feroz confirmaba los rumores en internet sobre que parecía estar bajo algún tipo de maldición. La jueza lo ignoró por completo, recogió sus documentos y se marchó sin mirar atrás.

Cuando mi abogado me empujaba hacia la salida pasando junto al área del acusado, Antonio giró su silla de ruedas y me agarró.

—María... nuestros seis años juntos... no... tu amor por mí ha durado más de seis años, ¿ocho? incluso más... ¿cómo puedes decir que ya no me amas tan fácilmente?

Su rostro, que momentos antes estaba distorsionado
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