Capítulo 106
Lucas me invitó con un gesto sutil: —Ven, vamos al balcón del segundo piso. Hay menos gente.

Abrí los labios, algo indecisa: —¿No tienes que atender a los invitados?

—¿No eres tú una invitada? —Me respondió con un tono que sugería que acompañarme era parte de su labor.

Mi rostro se encendió mientras lo seguía. La brisa nocturna rozaba mi piel, y el aroma de la vegetación de la montaña me envolvía. La pregunta que me rondaba volvió a surgir.

—Señor Montero, yo...

—María, tú...

Un instante de silencio. Luego, giramos la cabeza hacia el otro simultáneamente, intentando hablar al mismo tiempo.

Nuestras miradas se cruzaron y nos detuvimos, soltando una risa cómplice.

Lucas me indicó: —Habla tú primero.

Mordí mis labios, tratando de calmar mi agitado corazón, y lo miré con determinación: —Quiero saber si ya me conocías. ¿Has estado buscando acercarte a mí a propósito?

Lucas movió su nuez, sus ojos profundos y cautivadores fijos en mí. Tras unos momentos, preguntó: —María, ¿realmente no tiene
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